Murcia
Aullidos
Apenas una semana después de la toma de Murcia por efectivos de la Unidad Central de Operaciones (UCO), el llamado «caso Umbra» se disuelve como un azucarillo en el agua. Nihil obstat. Adelante, pueden seguir investigando que (non me habent tristes umbrae) no estoy entre las tristes sombras, debió pensar más de uno, excepto, claro está, el Fiscal-jefe y su amigo Pedro Saura, que sí pensaban que estaban no en la sombra, sino expuestos al sol y en el escaparate. Es patético el nivel de algunos políticos de la Región, por eso hay gente que, como María José Alarcón, se van antes a casa que seguir en la jauría. ¡O eso queremos pensar! No se puede hacer daño de manera tan gratuita y vil a una tierra como se hace aquí. La ropa sucia se lava en casa, por eso existe el oasis catalán. No quiero decir otra cosa que el que la haga, la pague, pero sin causa no se puede destrozar la imagen de un pueblo de manera alegre y gratuita, sólo por aparentar como si se hiciera política, porque la política es y debe ser otra cosa. (Veri iuris umbrá et imaginibus utimur), del verdadero derecho sólo tenemos una sombra y una imagen. La sombra es el escándalo organizado, como su nombre indica, y la imagen es la de Berberena y los resposables de Urbanismo. Nada dicen el Fiscal y Saura de Juan Pedro Collado Ruiz o Miguel Cano, expedientados en 2007 por Pilar Mejía. Y de muchos otros socialistas en similares papeles. Sólo interesa el PP, la imagen. Y el resultado final es el que es, nada de nada. Estamos en crisis y sin ministro de Trabajo y toca marear la perdiz y distraer al personal, de ahí el «caso Umbra». Seis millones de parados y en caída libre, de ahí el «caso Umbra». Estamos donde estábamos, pero con un daño a la imagen de Murcia que costará reparar, pero cuyos responsables, cuyos autores, tienen nombre y apellidos. Ululo et umbra (aullar en la sombra) y eso perjudica a Murcia. Y repito, quien meta la mano en el cajón del erario público, que los dedos se le queden dentro. Pero lo que no se puede admitir es el ventilador en el estercolero con el fin de aparentar que se hace algo políticamente hablando, porque quien haga eso debe estar lejos de la política, especialmente en tiempos de crisis.
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