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La familia contra la crisis

La Razón
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La Misa de las Familias, que hoy se celebra en la plaza de Colón de Madrid, es una buena oportunidad para reconocer el papel de la familia como verdadero núcleo de la sociedad y merecedor del apoyo de todas las instituciones. El cardenal Rouco Varela, al organizar hace ya cinco años una misa multitudinaria anual con motivo de la festividad de la Sagrada Familia, tuvo el acierto de congregar a los ciudadanos, católicos y no católicos, en torno a una misma reivindicación social de la institución familiar, que ha sido capaz de brillar por sí misma en momentos de profunda crisis económica y moral. Es ahora cuando el núcleo familiar tradicional rompe todos los estereotipos ideológicos impuestos en los últimos tiempos por la llamada política «progresista» y emerge como dique de contención ante la quiebra económica y las aterradoras cifras de paro. Con el desempleo elevado a una tasa del 22% y cerca de la mitad de nuestros jóvenes sin un puesto de trabajo digno, y con pocas esperanzas de conseguirlo, la familia es el último refugio cuando ya ni llegan las subvenciones públicas. Por eso el Rey, en su espléndido mensaje de Navidad, rindió un justo homenaje de «agradecimiento y admiración a las familias, cuya generosidad y entrega está siendo clave para que nuestro país mantenga los actuales niveles de estabilidad social». También el Papa ha reiterado en numerosas ocasiones el papel de la familia como pilar de la sociedad y como medio en el que desarrollar una educación rica en valores. La Misa de hoy es una ocasión para manifestarse públicamente por la familia y por los valores que representa, pero también un medio para exigir al Gobierno, sobre todo después de la victoria por mayoría absoluta del Partido Popular, el cese de la política de acoso a la institución familiar practicada con especial beligerancia por los gobiernos socialistas de los últimos años. Ha sido una época negra en la que, como pretendidas victorias sobre una moral «retrógrada», se ha impuesto el aborto libre, el divorcio exprés como trivialización del matrimonio, la píldora del día después, la calificación de matrimonio para las uniones homosexuales y los contenidos de Educación para la Ciudadanía para imponer nuevos modelos sociales. A pesar de todo ello, la familia, lejos de desaparecer, sobresale con claridad como un capital social fundamental. Es por ello tiempo de cambiar radicalmente las políticas gubernamentales que, en primer lugar, deben traducirse en medidas de protección al estilo de las que existen en los países de nuestro entorno. Y de cumplir el compromiso electoral de defender el derecho a la vida de los no nacidos y recuperar los valores que han hecho de la institución familiar una respuesta para una crisis económica y social que ahoga al mundo occidental.