Esperanza Aguirre
Agitación y propaganda
La recta final de la campaña se encuentra bajo los efectos de una inesperada movilización cuyo epicentro está en la Puerta del Sol de Madrid, pero que se repite en las principales capitales de la nación. El denominado Movimiento 15 de Mayo ha recogido, según sus convocantes, el malestar y la angustia de una ciudadanía que no se siente ni representada ni defendida por la clase política. Esas miles de personas reclaman cambios políticos y sociales y, de acuerdo a su discurso, no tienen vinculación ni dependencia políticas. ¿Es creíble esta versión idealista y modélica? Hay indicios y circunstancias que alimentan la desconfianza sobre el origen, el desarrollo y el propósito final de este fenómeno. La reacción de la izquierda, especialmente del PSOE, es una de ellas. La empatía socialista con esos manifestantes tiene bastante de impostura al ser ellos los responsables de que casi la mitad de los jóvenes de este país no tenga trabajo. Desde el PSOE se les ha puesto una alfombra roja, se ha elogiado su lucha y se los ha calificado de «amigos». La instrumentalización ha sido evidente con la complicidad aparente de los acampados.El Gobierno se siente a gusto con un escenario en el que la principal expresión del hartazgo social se produce ante la sede del Ejecutivo de Esperanza Aguirre y no frente a La Moncloa o el Congreso.
Aunque es más que probable que para una parte de los movilizados la desesperación y el deseo del cambio sean razones reales, la protesta apunta directamente a la izquierda, a grupos anarquistas y antisistema. Las agresiones a periodistas y las trabas al derecho a la información que han marcado estas primeras horas son actitudes de esos colectivos totalitarios que no quieren luz y taquígrafos salvo para su propaganda. Quien no tiene nada que esconder no aplica la censura. Pensar que un movimiento de miles de personas con dimensión nacional ha surgido de forma espontánea es pecar de ingenuos o desconocer la realidad. Necesariamente, alguien debe mover los hilos de una algarada que ha saltado sobre la campaña electoral para distorsionar y confundir. La realidad del país es crítica. Pero lo ha sido durante los últimos años y nada se ha sabido del Movimiento 15 de Mayo. No creemos en las casualidades.
La clase política española no es perfecta y no ha estado a la altura, pero la democracia representativa tiene sus reglas y sus tiempos. La alternancia es la solución para sustituir a los gobiernos, y no las «democracias» asamblearias. Votamos para elegir a nuestros representantes y los españoles no han elegido a los acampados en la Puerta del Sol, por lo que no están legitimados para arrogarse el descontento o la indignación de la ciudadanía. La izquierda extrema sabe mucho de agitación y propaganda y de subvertir el orden. En esta ocasión, se ha hecho con la lamentable colaboración de la Delegación del Gobierno de Madrid, que se ha cruzado de brazos mientras el centro de la capital era tomado. Al menos, la decisión de distintas juntas electorales provinciales de prohibir las concentraciones demuestra que algunos no están dispuestos a mirar para otro lado.
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