Actualidad
Abusadores
Si hay algo que me asombra hasta el infinito, es el porcentaje de niñas y niños que sufren abusos sexuales. No puedo comprender que haya tantos adultos capaces de aprovecharse de la inocencia de unas personitas que no saben lo que está pasando. Yo, después de recordar las estadísticas, he pensado en mi experiencia. Por suerte, nadie de mi casa ni cercano abusó jamás de mí, pero sí recuerdo con asco aquellos viajes en autobús o metro en el que un señor se te pegaba, aprovechando las apreturas, y se excitaba a tu costa. Recuerdo que nuestras madres nos aconsejaban llevar una aguja en el bolso y pinchar a los individuos lapas. No era gracioso, a mí la primera vez que me paso, en el autobús, línea 56 bajando por Doctor Esquerdo –como verán no puedo olvidarlo– me dejó mal cuerpo y ánima durante varios días. ¿Qué puede llevar a un ser a descontrolarse de esa manera? Desde luego, una falta de recursos absoluta para solventar sus necesidades. Desde luego, asimismo, una falta de integridad total. Hay que ser ruin para atreverse a dar castigo a quienes más cariño y protección necesitan. Los críos abusados sexualmente son personas con problemas para toda la vida. Personas que, incluso, pueden perder su identidad sexual para siempre. Conozco a un hombre ya mayor que vivió ese tormento infantil con un familiar y aún lo sufre con desgarro. Él calló. Pero no hay que callar. Y hay que decir bien alto que es una aberración injustificable, que se puede dar todo el amor del mundo a una criatura sin necesidad de la más mínima connotación sexual. Y el que no sepa amar bien tendrá que aprender. Aunque sea encerrado.
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