Londres
Quisiera ser tan alto como los Gasol
Integrados e integradores
Lo que realmente resulta sustancial es la natural valentía con la que esta familia se ha rebelado contra el asfixiante nacionalismo catalán.
España es la primera potencia europea y segunda mundial gracias a Pau Gasol. En la última década, la Selección siempre consiguió medalla… Salvo en las dos citas a las que faltó el pívot de los Lakers. El baloncesto español, en la élite, aunque con altibajos desde principios de los ochenta, dio el salto definitivo en el Mundobasket de Japón 2006. Fue la primera vez en la que los hermanos Gasol jugaron juntos. Pepu era muy renuente a convocar a Marc, pero se dejó aconsejar bien y en la final, con el primogénito lesionado, el mediano de la saga secó a Schortsianitis, la gran amenaza griega. En Lituania, Scariolo los ha puesto a jugar juntos para componer una fuerza imparable. Y como Estados Unidos no lleve a sus mejores hombres a Londres, les soplamos el oro olímpico. Avisado queda.
Todo cuanto han leído hasta aquí, sin embargo, son obviedades. Lo que realmente resulta sustancial es la natural valentía con la que esta familia se ha rebelado contra el asfixiante nacionalismo catalán, que impone el pensamiento único so pena de muerte civil. Orgullosos de su nombre en lengua vernácula (y el menor, que también va para «crack», se llama Adrià), con más orgullo aún defienden a España con entusiasmo legionario. ¿A que no es tan complicado ser un catalán de una pieza sin dejar de ser un español cabal? Pues la lección que constantemente dictan no es retenida por una clase política miope, ávida de enfrentamiento. Y si, como a Guardiola, los premia el Parlament, seguro que no convierten su discurso en una loa a la exclusión.
Lucas Haurie
Fabricantes de complejos
Lo de ser tan majos, tan educados y tan impecables me parece un pasote. No es justo que por ahí vayan a creerse que somos todos así.
Vaya desde aquí mi protesta más enérgica, gritona, feroz, y contundente. Vaya desde aquí mi cabreo de mona, mi enfado sin fin, mi indignación sin límites. Vaya desde aquí todo ello y que espero llegue a Marisa y Agustí, los padres de estos dos hermanos, por dejarnos a todos con cara de tontos, y por dejarnos, además, en evidencia, al convertirnos al resto en compatriotas menores e inferiores. No hay derecho, oigan, no hay derecho. Que yo no digo que no esté bien que hayan mejorado la raza, que son cosas que pasan y hay que aceptarlas como vienen sin luchar, porque en el fondo mola eso de parecer más espigados, pero lo de ser tan majos, tan educados, tan competentes y tan impecables, me parece un pasote. No es justo que por ahí fuera vayan a creerse que todos somos así, que los españoles somos como Pau y Marc, que nos tomen por personas sensatas, cabales, por buena gente. Bien es verdad que para compensar nos quedan Feliciano y Verdasco, a los que la inspiración siempre pilla mirándose en un espejo, pero es tremendo que el listón esté tan alto y el resto no hagamos otra cosa que estropearlo. Tampoco me parece presentable para el tercer hermano, Adrià. Esa pobre criatura debe estar pasando las de Caín al ser señalado como el que rompió lo que la genética había dejado escrito, como el que se saltó las reglas de la lógica, como el que mancilló un apellido cumbre para el deporte si al final no acaba siendo un fenómeno. Es decir, se trata de una bendición que, sin embargo, es un tormento. Nadie sale favorecido. Sobre todo nosotros, los mediocres.
María José Navarro
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