Grupos
Un país un poco más feliz
Éste es mi último artículo de esta serie. Acabo co-mo todos los españoles tras el Mundial: con la imagen de una copa de oro en la retina y el sueño cumplido de ser campeones del mundo. Hoy no quiero escribir sobre futbolistas de otros tiempos, ni sobre aspectos literarios del balompié; ni siquiera deseo citar frases brillantes o narrar historias grandilocuentes. Hoy sólo quiero contar que llevo desde el domingo derramando emocionadas lágrimas. Se me escaparon con Iker al acabar el partido, pero antes se habían dejado ver con Iniesta y su gol dedicado a Jarque; y no pude evitar un sollozo cuando me dolí con Torres mientras se desbarataba en el campo. Después, casi al recoger la copa, volví a llorar como todos mis compatriotas que, con las caras pintadas de rojo y amarillo, enarbolaban banderas de España y se confesaban, por fin orgullosamente, españoles. Españoles como la Reina, que disparó los brazos al cielo cuando la selección nos dio la victoria, que se abrazaron entusiasmados como los Príncipes, que ofrecieron emotivos discursos con el hijo de Del Bosque o que hicieron del beso una insignia del momento. Porque nosotras no besamos el domingo a Iker ni ellos besaron a Sara, pero nos besamos y abrazamos tanto entre nosotros, con besos de cariño, de pasión o de amor, que bastó el pistoletazo de salida del beso de la pareja del Mundial, para que todos entendiéramos que, de una u otra manera, teníamos que seguir besándonos, que nos tocaba disfrutar del esfuerzo y que, por fin, éste era un país un poco más feliz. Gracias chicos de la Selección sois ya parte de la historia de una España infinitamente más dichosa.
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