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El crimen que marcó una época

El crimen que marcó una época
El crimen que marcó una épocalarazon

El 9 de junio de 1933, Hildegart Rodríguez, escritora, licenciada en Derecho, sexóloga, expulsada del PSOE por disidente, célebre polemista, fue asesinada de cuatro tiros por su madre, Aurora Rodríguez Carballeira, en el domicilio en el que vivían. Aurora, una señora de formación socialista, de buena posición, se había propuesto regalarle a la sociedad una hija que desde su concepción fuera un paladín contra la opresión de la mujer y representara un mundo nuevo. Desde su forma de ver esto, era una especie de Frankestein femenino fabricado para cumplir un plan. Hasta los 18 años, Hildegart hizo caso a su madre en todo y, luego, se enamoró. Su madre prefirió matarla a perderla como colaboradora.

No hay un crimen más culto que este ocurrido durante la Segunda República. Aurora, que descubrió muy pronto la biblioteca de su padre, se dio una indigestión de socialistas utópicos y terminó de tutora de su sobrino Pepito Arriola, al que convirtió en un extraordinario concertista infantil de piano. Una vez que su hermana se llevó al pequeño, ella decidió engendrar una niña para que liberara a la mujer sobre la tierra. Con esa idea, se sometió a una serie de encuentros glaciares con un hombre que consideró adecuado para fecundarla. Tuvo más de veinte intentos hasta que quedó embarazada con un marino que se hacía pasar por capellán y que resultó una gran decepción. Siempre se proponía no disfrutar con el coito, mantenerlo mientras pudiera fecundarla y procurar que no le dejara huellas. Una vez que logró su propósito se trasladó a Madrid y con los fondos de su herencia se dedicó a criar a su hija, a la que bautizó Hildegart –que según ella quiere decir Jardín de Sabiduría en alemán–. Logró un verdadero récord de aprendizaje y desarrollo. A los tres años, Hildegart ya escribía, y a los ocho hablaba seis idiomas. A los 17 años terminó la carrera de Derecho. Se ganó a toda la Prensa y empezó a escribir en los periódicos, dando idea de un gran talento. Fue muy activa como componente del PSOE y posteriormente como miembro del Partido Federal.

Formó parte de la revolución sexual de la época y mantuvo correspondencia con el sexólogo Havelock Ellis y con el escritor H.G. Wells, con el que empezó a tramar un traslado a Inglaterra para huir de su destino. Hildegart no era feliz en su vida de intensa intelectualidad y echaba de menos las diversiones propias de los jóvenes. Se entregaba al trabajo que le había exigido la madre: estudio, artículos, conferencias, filosofía racionalista y todo lo moderno que hay que saber sobre el sexo.

Había que ver a aquella niña según las fotos, primero como una tierna y hermosa jovencita y luego como una mujer con trastornos de alimentación, gruesa y amargada. El cuerpo iba tomando la forma del alma atormentada con indigestiones de socialistas utópicos, raciones recalentadas de un mundo freudiano y una exigencia constante de estudio, disciplina, obediencia y excelencia. Hildegart habría preferido algo más de experiencia amatoria y menos de teoría. Mamá le había puesto de nombre aquel incomprensible Hildegart, que la haría entrar en la historia, pero prueba de que estaba como una regadera, la completó en el registro civil con otros nombres, los de Leocadia, Georgina, Hermenegilda y María del Pilar.

Cuatro tiros
Para Aurora, nacida en El Ferrol, la Segunda República fue un tiempo para autofecundarse sin gozar, para crear una María del Pilar, Hermenegilda o Georgina que tuviera una misión regeneradora sin tiempo ni para un beso.

En el ático en el que vivían en Madrid, calle del Juanelo 3, Aurora empuñó el pistolón que guardaba como garantía de que todos harían su parte del plan y se aseguró de que su hija respiraba en un sueño plácido. Apuntó a su sien izquierda y le disparó una vez, y luego, otra. Después al corazón, y el cuarto disparo, lo hizo un poco a boleo, aunque en la parte superior del tórax. La amenaza se había cumplido: «Mi hija salvará el mundo o la mataré». Aurora fue declarada culpable de asesinato y condenada a veintiséis años, pero luego ingresó en el psiquiátrico de Ciempozuelos. Ahora se ha sabido que estuvo allí dentro hasta su muerte, muchos años después.