Conciertos
Perianes contra los elementos
Festival de GranadaObras de Dvorak, Schumann y Rimski-Korsakov. Solista: Javier Perianes, piano. Orquesta del Capitolio de Toulouse. Director musical: Tugan Sokhiev. Palacio de Carlos V. Granada. 6-VII-2012.
Qué duda cabe de que los en otros tiempos denominados «marcos incomparables» tienen un encanto especial que viene muy bien para la combinación cultura-turismo que buscan la mayoría de los festivales. Los de Granada son bellos como pocos. En otros tiempos, se utilizaban pantallas que las mejoraban, pero ahora lo impide la protección al patrimonio. Por ello, sería un poco absurdo, si hubiese el dinero que no hay, pretender traer a conjuntos como la Filarmónica de Berlín, que visitaron estos escenarios años ha. Bastan otras discretas y programas con gancho.
Sobró el aperitivo
Esto justo es lo que ofrecía Sokhiev con la Orquesta del Capitolio de Toulouse, que no deja de ser un conjunto digno pero inferior a algunos de los españoles. En el primer programa, la popular «Sheherezade» y uno de los más grandes conciertos para piano de todos los tiempos, el de Schumann, si bien su popularidad no ha llegado al de algún otro. Sobró como aperitivo la «Obertura Carnaval» de Dvorak, porque aportaba poco artísticamente, obligaba a recolocar el escenario para abrir paso al piano, dejaba en descubierto las debilidades de la orquesta y prolongaba excesivamente la duración del espectáculo. La lectura de la admirada partitura de Rimski no logró extraer todos sus matices, quedando bastante plana y monótona, por más que la primera violín intentase lucir cualidades. El gran triunfador de la noche fue un Javier Perianes en estado de gracia. Triunfador sobre la difícil afinación de un piano entre sequedades y notables diferencias de temperatura, triunfador sobre acústicas, sobre el acompañamiento de Sokhiev y sobre las propias notas. Cualquier pianista que hoy desee triunfar ha de tener una técnica impecable. Perianes la posee, pero está dotado de otra cualidad mucha más escasa actualmente: sabe expresar, hacer música. Y ambas cosas, junto con el rotundo poder que al margen de lirismos exige el piano de Schumann, le llevaron a interpretar una óptima versión.
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