Presidencia del Gobierno
A gloria de Rubalcaba
No sé si lo peor de la convocatoria electoral es la bromita del 20-N o el hecho impresentable de que nos van a tener cuatro meses seguidos de tediosa campaña electoral. Ambas decisiones las comunicó ayer con mucho bombo y protocolo Rodríguez Zapatero, aunque el cerebro de las mismas no es otro que su sucesor, Pérez Rubalcaba. Sólo a él se le podía ocurrir lo del 20-N, probablemente para trasladar después la idea de que Rajoy gana en una fecha tan marcadamente franquista, y este larguísimo período de campaña electoral, concebido a mayor gloria de Pepunto. El candidato tiene que darse a conocer y necesita cuatro meses de CIS, comunicados de ETA, actos gloriosos de afirmación rubalcabiana y alguna que otra sorpresa trampa de las que tanto le gustan. Sí, había que adelantar las elecciones porque la situación económica del país es insostenible y porque en marzo todo estará peor que ahora, segun la mayoría de las previsiones. Un Zapatero presionado por Alfredo y su entorno no ha tenido más remedio que olvidarse de su idea de agotar la legislatura, entre otras cosas porque la legislatura lleva meses muerta, por mucho que en el Gobierno se empeñaran en hacer reformas inútiles que no han servido para nada.
La cuestión es que el candidato ha sido quien ha decidido y quien ha elegido. Todo en bandeja, para que triunfe. Nada puede reprocharle a Zapatero, que se ha portado como sin duda el ex vicepresidente no se merecía. Fundamentalmente porque, tras la reciente felonía de las primarias, hubiera sido lógico que Zeta marcara alguna distancia con quien le sucede de manera tan subterránea. No lo ha hecho Zapatero y ha sacrificado su idea de agotar para satisfacer los deseos de quien le llegó a exigir que convocara elecciones incluso como ultimátum a través de la prensa adicta. Lo demás es ya historia con un guión cansino y repetido. Hay que vender otra vez la subida estacional del empleo para sugerir de nuevo que ya se ve la luz al final del túnel, los brotes verdes mil veces anunciados, y la gaita de la recuperación que, por desgracia, nunca llega. La dura realidad es que el Gobierno de Rubalcaba (no en vano ha sido tres veces ministro y vicepresidente) deja el país en la peor situación que se recuerda: cinco millones de parados, la deuda por las nubes, empresas cerrando todo los días, una prima de riesgo peligrosamente alta y unas autonomías y ayuntamientos arruinados, sin dinero para pagar a nadie. Las elecciones se tenían que haber convocado inmediatamente tras el batacazo de las municipales. Nos hubiéramos ahorrado estos meses de gestión anodina y los cuatro de campana agotadora que nos quedan. Todo a mayor gloria de la nueva estrella del CIS y de la televisión del régimen. O sea, Rubalcaba.
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