España
Aferrados a Merkel
Todo estaba preparado para que Angela Merkel fuera recibida hoy en España con el acuerdo social alcanzado por el Gobierno, los empresarios y los sindicatos. Esa fotografía en color se tornó en tonos grises después de conocerse las dramáticas cifras del paro registradas en enero, con casi 131.000 parados más, lo que supuso un récord histórico de desempleo, con más de 4,2 millones de españoles sin un puesto de trabajo. El efecto positivo para la confianza del compromiso se diluyó cuando irrumpió la realidad descarnada del paro. Que la presencia de la canciller alemana tenga un efecto balsámico y regenerador del crédito perdido ante los mercados y ante la propia Unión Europea está por verse. De momento, el Gobierno no está en las mejores condiciones de pasar con nota la auditoría de la locomotora germana, aunque también es cierto que el Ejecutivo, forzado por la propia Alemania, ha puesto en marcha una política de reformas cuyo alcance y resultado son una incógnita.
Para Alemania, España no es un país cualquiera, y en el sentido inverso, obviamente, nuestra dependencia de la locomotora europea es estratégica. Alemania es el segundo socio comercial de España en volumen total (importaciones más exportaciones), si bien es el primer proveedor, con el 14,4% del total de las importaciones españolas. Alemania es también el segundo destino de las ventas españolas con un 11%. Otro dato relevante es que el país de Merkel es con el que España mantiene un mayor déficit comercial, que suele oscilar entre el 20% y el 30% del total, según los años. A ese cóctel le falta un ingrediente esencial como es que la banca alemana es la segunda más expuesta a España y concentra el 55% de la deuda pública de nuestro país. Hay pues razones para que Merkel marque estrechamente lo que ocurre aquí, aliente las reformas e, incluso, ofrezca trabajo a jóvenes españoles cualificados.
Como es natural, la mano tendida de Merkel está sujeta a condiciones, por mucho que la propaganda del Gobierno haya vendido que la canciller aterriza para dar un espaldarazo a la política de Zapatero. De puertas para afuera, no sorprenderá que sea generosa y comprensiva con el Gobierno; de puertas para adentro, Merkel pondrá encima de la mesa exigencias espinosas para el Ejecutivo. Alemania está dispuesta a tirar de Europa, incluida España, pero lo hará bajo sus condiciones. Si se quiere un nuevo fondo de rescate, o incluso los eurobonos, habrá que dejar de ligar los salarios al IPC y establecer por ley un techo al endeudamiento, además de armonizar el impuesto de sociedades y facilitar la entrada del sector financiero alemán en nuestras cajas de ahorros. Es evidente que los deberes no serán fáciles de hacer. En todo caso, conviene no perder la perspectiva y ser conscientes de nuestra fragilidad y vulnerabilidad financieras. España está obligada a fortalecer sus vínculos con Alemania y favorecer una relación de privilegio. Jugar a la contra en la actual coyuntura o ir por libre sería temerario. Lo inteligente es corregir los desequilibrios y aprender de los aciertos de una economía que creció un 3,6% en 2010.
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