Asia

Pekín

La tiranía de los Kim en su esplendor

La plaza Kim Il Sung de Pyongyang fue escenario ayer de un desfile militar en el que participaron más de 100.000 personas entre militares y civiles, y que, por sus dimensiones, pompa marcial y organización, resultó sorprendente y desmesurado incluso para este régimen adicto a las celebraciones masivas. Estamos hablando de una dictadura cuya «joya cultural» es el «Arirang», espectáculo patriótico de luz y color en el que participan 120.000 gimnastas bailando sincronizadamente.

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Además de conmemorar el 65º aniversario del Partido de los Trabajadores, el desfile de tropas, carros armados, vehículos antiaéreos y misiles supuso la traca finalde la presentación en sociedad del heredero al trono de la dinastíacomunista. Se trata de Kim Jong Un, el joven de 27 años elegido por su padre, Kim Jong Il, para liderar el país. Según los analistas, la prueba de ayer era definitiva, ya que el visto bueno del Ejército es lo más importante para consolidar la coronación del vástago.

Y es que no está tan claro, aseguran los espías surcoreanos, que vaya a ser fácil: muchos altos oficiales y miembros del partido considerarían que el «príncipe» es demasiado inexperto, demasiado joven y demasiado desconocido para hacerse con las riendas del país. Hay quien dice que su abuelo, Kim Il Sung, fue respetado y temido por la población, mientras su padre, Kim Jong Il, fue simplemente temido.

«Ahora Kim Jong Un no es ni respetado ni temido, mucha gente no habla bien de él y la propaganda está actuando», comentaba en un editorial el periódico surcoreano «Choson Ilbo». Se trata de impresiones que hay que tomar con alfileres, ya que lo que piensa la opinión pública norcoreana es un enigma encerrado tras las fronteras más herméticas de la tierra.

Corea del Norte, un país que vive en una constante tensión bélica desde hace 70 años, suele considerarse el más militarizado del mundo. En torno al 20 por ciento de los hombres de entre 20 y 54 años son militares profesionales. El resto son reservistas. En total, sus oficiales presumen de poder movilizar a casi diez millones de soldados, poco menos de la mitad de la población y una cifra que en todo el mundo sólo superan China e India, naciones 60 veces más pobladas. Entre sus muchos hitos se cuentan el mayor contingente de Fuerzas Especiales del mundo (unos 180.000 hombres) y el tercer mayor almacén de armas químicas de la tierra. Por supuesto, las pocas divisas internacionales que entran a un país embargado y castigado se destinan a sacarles brillo a las armas, comprar misiles o tecnología nuclear para aumentar su capacidad disuasoria y mantener alta la moral de la tropa.

De modo que la dictadura está sostenida sobre las espaldas de las Fuerzas Armadas, una institución que los analistas suelen considerar infinitamente más poderosa que el propio Partido de los Trabajadores. Gobernar sin su apoyo resultaría imposible.

El poderío del Ejército contrasta con las condiciones de vida de la población, una de las más pobres del planeta, con una renta per cápita de unos 1.118 dólares al año, similar a la de países como Haití. A pesar de que los productos baratos chinos se abren paso en el ultra regulado mercado norcoreano, el régimen tiene dificultades, incluso, para alimentar a toda su población. No ayuda la geografía montañosa norcoreana, que hace impracticable el cultivo de cereales, especialmente en el norte. Y el aislamiento en el que el régimen mantiene a su población, unido a los bloqueos económicos, impide que se importen alimentos por vías comerciales. Sólo gracias a la ayuda humanitaria no se han vuelto a producir las hambrunas masivas que, durante los años 90, dejaron un saldo de entre uno y dos millones de muertos, así como miles de refugiados desnutridos que escaparon por la frontera con China.
Éste es el país que se encontrará el inexperto Kim Jong Un, de quien hasta hace una semana ni siquiera se sabía cuál era el aspecto actual. Su biografía e imágenes recientes eran un secreto y su nombre apareció por primera vez en la prensa oficial norcoreana el mes pasado.

Los norcoreanos tendrán tiempo a partir de ahora para familiarizase con la imagen de este muchacho de 27 años. El asunto reviste, según los analistas, una cierta urgencia, ya que su padre, a sus 68 años y con graves problemas de salud, quizá no pueda mantenerse durante mucho más tiempo al frente. Para asegurarse de que todo queda en familia cuando desaparezca o quede inhabilitado, Kim Jong Il concedió la semana pasada un generalato de cuatro estrellas a su hermana, Kim Kyonung-Hui, cuatro años más joven que él y casada con el número dos del régimen, Jang Song-Thaek. Los expertos esperan que, llegado elcaso, ambos orquestarán el proceso sucesorio de su sobrino y actuarán como regentes.

Visados de prensa para un eco global
El régimen quiso darle tal proyección al desfile militar de ayer que rompió una de sus normas más sagradas, abriendo la concesión de visados a varios periodistas extranjeros afincados en Pekín. Las cámaras de televisión internacionales pudieron filmar soldados y tanques. También les fue permitido hablar con la Prensa, aunque bajo la atenta mirada de los funcionarios de la dictadura, que controlaron sus movimientos y los guiaron durante toda su estancia en Pyongyang. Según analistas surcoreanos, Kim Jong Il quería demostrar al mundo que su sucesión está apuntalada, mandando un mensaje de unidad dentro de las filas de su poderoso Ejército y de su servil partido.