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Con los pies

La Razón
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Cuanto menos queda de campaña más me pregunto para qué anunció Zapatero su retirada. Cuando José Blanco planteó una campaña «descentralizada» que le arruinara al PP su plan de celebrar el 22 generales anticipadas olvidó que al líder máximo del partido nadie le dice lo que puede o no puede hacer. Zapatero se sube al escenario para hablar, primero, de sí mismo; segundo, de su gestión; tercero, de su visión del futuro. Yo, mí, me, conmigo. Busca en el mitin la redención que las encuestas le niegan, el aplauso militante que siempre llega aunque no engaña. El presidente se reivindica a sí mismo: recuerda los indicadores que dejó Aznar, presume de cintura y de ideas claras, se atribuye el mérito de que España alcanzara en 2006 la tasa de paro más baja de su historia. Después arremete, claro, contra la burbuja inmobiliaria que tiene la culpa «del setenta por ciento del paro que ahora tenemos», obviando que sin esa burbuja, jamás podría haberse atribuido en 2006 tan buenos datos. Su vehemente ataque, sobrevenido, al modelo económico es tan poco creíble como su denuncia de otros tiempos a los ricos y poderosos, los mismos con los que acabó haciendo manitas bajo la mesa, y el mantel, de la Moncloa. Fue una versión renovada de la escena del sofá, con los invitados seduciendo al anfitrión, y no a la inversa. Si el presidente está buscando en las urnas un respaldo a su gestión, ¿por qué esperar a marzo? Si el objetivo de la campaña socialista era impedir el plebiscito, ¿por qué su líder principal juega a la contra? Rajoy debe de estar flipando, porque nunca le habían puesto tan a huevo una campaña. El eslogan de que viene la derecha más derechista del mundo mundial –mismo mensaje de 2008 pero en ausencia ahora de Acebes y Zaplana– ha perdido su efecto estímulo víctima del abuso y la exageración en que incurren dirigentes socialistas poco avispados. La sobreactuación arruina la eficacia y el mitinero acaba convertido en caricato. El electorado progresista no es perezoso –en contra de lo que dice Blanco– y menos aún es bobo. Es una coña ver a Zapatero haciéndose el iracundo sobre el escenario. Como es una coña ver a Rajoy jugando al pregunta–respuesta con los asistentes a sus peroratas: «¿Quién es el peor presidente del planeta? ¡Zapateroooo! ¿Cómo están ustedes? Deseando ganaaaar». Qué bien lo pasan reestrenando cada cuatro años la misma función mema e insufrible. Rajoy, muy contento de ver cómo Zapatero enciende cada día el foco sobre sí mismo, ha perdido el pudor y hace lo que le viene en gana: ni responde preguntas de los periodistas ni opina sobre las noticias de cada día. Para qué, si quien rehuye la ocasión evita el peligro, ¿verdad? Para qué mojarse sobre la afición campista de alistar imputados. Al PSOE los eslóganes se le han gastado. Al PP le ocurre al revés: no necesita ya ni pronunciarlos. Mariano llegará de perfil a la Moncloa.