Convenios colectivos
Estímulo
Es casi imposible conducir un autobús año tras año y mejorar en puntualidad, conducción y eficacia sin más estímulo que la subida anual del IPC. Personalmente acabaría llegando tarde a las paradas y poniendo cara de perro a los usuarios. Me pregunto qué santo protege a los trabajadores de este país para que todo siga funcionando sin apenas impulsos económicos, no sólo entre los funcionarios sino entre la pléyade de trabajadores cuyos sueldos oscilan a lo largo de la vida entre los mil y los dos mil euros. Es tedioso. De la visita de Merkel rescataría el consejo de vincular los salarios a la productividad, para que mejorar en el trabajo supusiese un incremento en los emolumentos. No sólo sería individualmente positivo, sino que permitiría relanzar empresas y servicios de modo meteórico. El esfuerzo no es posible sin la libertad ni el entusiasmo de las personas. Si se piensa dos segundos, es absurdo que la vida económica mejore sólo en la medida en que lo decide el convenio colectivo. Ridículo. ¿Por qué tengo que cobrar lo mismo que el que no da ni chapa, se ausenta del trabajo con mil tretas y realiza a desgana sus tareas? Hoy por hoy, la única consecuencia de este comportamiento –siempre que no haya una rara sanción laboral– es que los otros asuman lo que el vago se niega a hacer. Naturalmente, la propuesta de la canciller alemana es casi imposible en España, porque los sindicatos perderían buena parte de su poder si no protagonizasen las negociaciones colectivas de forma absoluta. Es hora de optar entre estímulo o sindicatos.
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