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OPINIÓN: Coaching y ortografía

La Razón
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El colmo de los colmos. Me llama un familiar para pedirme que ayude a su hijo, que acaba de terminar el bachillerato, a mejorar su ortografía porque va a entrar en la universidad y le da vergüenza (al padre) ver los textos que escribe su hijo. «Fernando», me dijo, «como eso del coaching sirve para todo… pues también servirá para que mi hijo escriba sin faltas, ¿no?»
No podía negarme, era un compromiso familiar. Me entrevisté con mi primo lejano para ver qué se podía hacer. Lo primero que le pregunté era si realmente quería tener ortografía perfecta, ante su respuesta afirmativa le pedí que se comprometiese a dedicar cuarenta horas de su vida para lograrlo. «Claro», me respondió, «pero necesitaré muchas más horas para conseguirlo».
Realmente mi primo tenía interés y, desgraciadamente, los profesores de lengua que había tenido hasta el momento no habían considerado este asunto excesivamente importante. Lástima, pensé, cuantos habrá así… Siguiendo sistemas tradicionales que no viene al caso comentar trabajamos duro durante varios días. Los progresos fueron evidentes y en escasamente 35 horas mi primo dejó de tener faltas de ortografía.
Cuando mi familiar me felicitó por el logro obtenido le dije que el coaching no había tenido nada que ver con este éxito, sino la perseverancia y las ganas de su hijo. «Sí», me dijo «pero tú has sido el detonante para que surgiesen esas virtudes en él. El hecho es que ya no tiene faltas y si eso no es coaching… pues bueno, lo cierto es que ha funcionado».