Va siendo hora de Ron Lalá

Si Quevedo viviese en el Madrid de hoy, disfrutaría de lo lindo con «Time al tiempo», una trepidante vacilada de unos tipos que llevan ya varios años exprimiéndose el limón para hacernos reír de lo lindo sin flaquear ni caer en propuestas facilonas. Lo suyo es puro ingenio y muy currado: juegan del vocablo y le buscan los tres pies al verbo, que ellos conjugan trovando y cantando, ya sea por rock'n roll, por tanguillos o, por qué no, rimando con mucho «flow», que ningún palo del jolgorio universal se les escapa. El duelo en rap entre el pasado y el futuro de «Time al tiempo», su viaje a través de las agujas del reloj, está ya en un lugar de honor en su antología, junto a sketches de montajes anteriores como el del hombre-palíndromo de «Mi misterio del interior» o el romance del ordenador de «Mundo y final». Pero estos cinco cantautores-humoristas-palmeros-instrumentistas-etcétera siguen en progresión y su cuarta entrega crece en lo dramatúrgico –se nota la mano de un director como Yayo Cáceres, que encauza el talento del grupo– y suma momentos redondos: el banco que concede préstamos de tiempo, el romance entre el zángano y la flor y una parodia del musical anglosajón en tres versiones –la zarzuela a lo Broadway, otra «poligonera» y otra futurista– son numerazos para enmarcar.
Hace tiempo que Ron Lalá dejó de ser una promesa del «off» para convertirse en una realidad cargada de números descacharrantes a la altura de los más grandes grupos cómicos. Es una pena que el teatro «mainstream» aún no se haya dado cuenta. Y una suerte para el Alfil.