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En la pendiente

Montilla recibirá la primera patada que los catalanes quieren dar a Zapatero 

La Razón
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Rectificar a diario es de necios y es un disparate cómo se está gobernando. Lo piensa Felipe González y, con él, un coro de barones lo grita en privado. Cada día un ministro rectifica a otro, y el presidente rectifica a todos y se rectifica a sí mismo. Y cada día es más cerrado el círculo de poder que tiene Zapatero. El Consejo de Ministros es un trámite en el que pocas veces se delibera lo importante, hasta el punto de que cuando el presidente anuncia el recorte de las pensiones en el Parlamento, su Gobierno se entera de la decisión a la vez que la oposición. Estupor es la palabra con la que los socialistas asisten a lo que está pasando. Y temor entre la mayoría: Montilla recibirá la primera patada, en su culo, que los catalanes quieren dar a Zapatero, pero tras él vendrán otros, los alcaldes y los presidentes autonómicos como Barreda y Vara, en donde el socialismo ha sido una trinchera, y a partir de ahora se va a desmoronar como un castillo de naipes. Montilla tendrá que hacer campaña entre la primera huelga general de los sindicatos a Zapatero, el cabreo de los funcionarios, el desánimo de los pensionistas, el examen que tenemos pendiente de Europa, el aislamiento del PSOE en el Congreso, el posible rechazo a los presupuestos en el mes de octubre y el rebrote del paro tras el respiro estacional del verano. Si además hay sentencia sobre el Estatuto, apaga y vámonos, les ha dicho Montilla a los suyos.Tras Cataluña en otoño, la primavera del próximo año será definitiva para dibujar el principio del fin zapateril. En el 95, también los españoles le dieron una patada a Felipe en el culo de sus alcaldes y barones. Pero, entonces, no cayeron las plazas históricas. Será ahora, el próximo año, cuando el PSOE pueda perder Castilla-La Mancha o Extremadura, Barcelona o Sevilla.Es por lo que cunden los nervios en las autonomías. No sólo es Cataluña quien no quiere que Zapatero acuda a sus elecciones. El antes astro sol, que iluminaba los mítines en amplias plazas, es ahora una pesadilla, una especie de apestado que nadie quiere ver por su territorio. Quien más y quien menos hará unas elecciones autonómicas en clave regional, para no debatir de la crisis nacional, y de la gestión que de ella ha hecho el gran líder. Porque el problema, irrecuperable de Zapatero, es la pérdida de su credibilidad, un agua bendita ya derramada. Por eso, estos días de adversas encuestas para los socialistas en sus hasta ahora plazas fuertes, el clamor contra Zapatero desde sus propias filas recorre tertulias y cenáculos. La reflexión de González es masiva: el Gobierno es un desastre. En momentos de crisis económica, la política habría de ser fuerte, la única manera de dar certidumbres. Alcaldes y presidentes autonómicos se disponen, pues, a ir al matadero. Y qué menos que quejarse, aunque sea en privado. El plato es amargo, hasta para los necios.