Túnez

Islam y Facebook

La Razón
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En la era de internet, la farsa electoral tiene las piernas cortas. De no haber sido por Twitter, Facebook, Youtube y los móviles es probable que en Irán, Túnez y Egipto, países que por este orden han celebrado elecciones presidenciales en el último año, hubieran digerido el pucherazo sin más molestias que cierta acidez estomacal, nada grave que no curara una buena siesta delante del televisor oficial. Sin embargo, las redes sociales tejidas por los jóvenes en la clandestinidad de sus habitaciones, al abrigo de la policía política, han abierto una brecha en este muro de la vergüenza que va desde Marruecos hasta Siria y desde Pakistán hasta Sudán. Tras él viven mil millones de musulmanes, cuyo destino, sus esperanzas y sus libertades dependen de la suerte que corra esta revolución «online». Más aún, se dirime quién tiene razón, si los que sostienen que el islam y la democracia son esencialmente incompatibles, o los que aseguran que no es la religión de Mahoma el cortafuegos de la libertad, sino el atraso económico y la injusta distribución de la riqueza. Lo cierto es que no se conoce experiencia o país alguno que siendo de mayoría musulmana goce de democracia y cuyos dirigentes respeten los derechos fundamentales de la persona. ¿Podrán los jóvenes interconectados cambiar con la realidad virtual del 2.0 lo que nadie ha logrado en 1.400 años de islamismo? Tal vez, pero los resultados a día de hoy no son nada alentadores. En Teherán, los ayatolás siguen ahorcando en nombre de Alá a los principales cabecillas de la «Revolución de los jazmines». En Túnez desembarca el líder de los teócratas y en Egipto los Hermanos Musulmanes, los apóstoles de la sharia que sueñan con el paraíso de su dios en la tierra, emergen de las catacumbas para capitalizar la revuelta. En los demás países musulmanes, los sátrapas observan asustados el incendio, se rodean de bomberos y ponen a buen recaudo el botín. Hay quien cree que se producirá un efecto dominó, como en los países comunistas tras la revuelta polaca del sindicato Solidaridad. Pero entre ambos dominós hay una diferencia sustancial: todas las naciones europeas oprimidas por el comunismo conocieron la democracia en algún momento de su historia. Y quien probó la libertad jamás renunciará a ella. No es el caso, por desgracia, de los jóvenes árabes que luchan para cambiar un pasado de súbditos por un futuro de ciudadanos. A ver hasta dónde los dejan llegar sin que les corten la cabeza con el filo del alfanje o con las suras del Corán.