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Oz y su deprimente agente secreto

El escritor no termina de cuajar la buena historia que promete en «Conocer a una mujer»«Conocer a una mujer»Amos OzSiruela268 páginas,21,95 euros.

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Escrita en los años 1987-1988 y publicada en español poco después con el título «Las mujeres de Yoel», se reedita esta novela de Amos Oz con la traducción del hebreo de Raquel García Lozano. Era el décimo libro de narrativa de este autor tan célebre por sus novelas como por su compromiso sobre el conflicto Israel-Palestina. Y es que, en su caso, literatura y política van de la mano: miembro de un partido socialdemócrata pacifista y fundador en los setenta del movimiento «Paz ahora», conoció la lucha armada en la Guerra de los Seis Días y en la de Yom Kipur.

Este perfil biográfico y su sensibilidad poética han hecho de él un gran intérprete de una de las realidades más complejas y ricas de la historia; no en vano, como dijo Sebag Montefiore en su monumental «Jerusalén. La biografía» (2011), la ciudad «es la morada de un Dios, la capital de dos pueblos, el templo de tres religiones, y la única ciudad del mundo que existe dos veces, en el cielo y en la tierra».

Ambiente opresivo
«Conocer a una mujer» es el atractivo embrión de una buena historia que, a mi juicio, Oz no acaba de transmitir bien. Coloca a su protagonista, el ex empleado público Yoel Raviv, agente del Mossad –la agencia de inteligencia israelí que trabaja en asuntos de terrorismo y espionaje–, en un contexto doméstico y descriptivo que vuelve tediosos ciertos pasajes en los cuales la extrañeza de lo que se explica es demasiado acuciante: el fallecimiento de su mujer, la epilepsia de su hija Netta o su relación con su suegra y su madre.

Todo tiene un clima opresivo, deprimente: Yoel acaba sus días durmiéndose frente al televisor, aparecen flashes con inquietantes conversaciones con su esposa y, sobre todo, padece las secuelas de su profesión: será su jefe quien le obligue a vivir y revivir sus misiones, las cuales carecen según él de todo trasfondo aventurero: es un simple comprador de información, un espía de la psicología ajena.