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Por qué a mí por Rosetta Forner

La Razón
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A buen seguro que Óscar Sánchez se pregunta qué mal le habrá hecho al universo para recibir semejante castigo (veinte meses en una cárcel) siendo inocente. Ahora bien, las consecuencias o resultados que obtenemos en esta vida suelen contar con nuestra contribución por «acción y por omisión». Según contó él, le dio su DNI a una compañera del trabajo para ayudar a un amigo que tenía problemas y que por dejarlo le dieron 800 euros (sic). ¡Vaya candidez la suya! El mundo está lleno de gente mala, y también de gente excesivamente confiada. Uno ha de aprender a cuidar de sí mismo. Las situaciones no siempre son lo que parecen. No todos los que parecen ángeles lo son. Hay mucho lobo con piel de cordero. Demasiada gente sin escrúpulos como para andar haciendo favores a desconocidos. El caso de Óscar nos tiene que servir para no meternos en líos de ayudar a gente cuyos problemas no hemos creado. «Por la caridad entra la peste». Con el DNI no se juega ni tampoco con la vida propia. Mi abuela María Rosetta solía decir que una cosa es ser buena persona y otra muy diferente, ser tonto. Si de pequeños nos enseñan a no fiarnos de los extraños, y no aceptar regalos de desconocidos, ¿por qué nos fiamos de mayores de cualquiera? Como coach enseño a la gente a practicar aquello de «enséñame la patita por debajo de la puerta», que no es otra cosa que preguntar, preguntar y más preguntar. Rascar, analizar, olfatear, cuestionar y, si algo no cuadra, hacer caso a los instintos. Las cosas a veces no son lo que parecen: a Caperucita se la merendó el lobo.