Conferencia Episcopal
Ejemplo de diálogo y respeto
Como era previsible, el debate entre el cardenal Cañizares y el ex presidente Rodríguez Zapatero, que clausuró ayer en Ávila la II Escuela de Verano de LA RAZÓN y la UCAV, despertó un enorme interés, como lo demuestra el hecho de que unas dos mil cuatrocientas personas abarrotaran el auditorio principal y otras seis salas de conferencias, lo que obligó a centenares de asistentes a seguir el acto a través del circuito cerrado de televisión. Pero, aun siendo elocuente el masivo seguimiento, no es la cantidad sino la calidad de las intervenciones lo que ha hecho de este debate un acontecimiento de gran relevancia. Es muy excepcional que dos personalidades tan notorias en sus respectivos espectros ideológicos, como lo son Cañizares y Zapatero, se avengan a confrontar sus opiniones en un contexto académico y ante un público altamente exigente. Como comentó con acierto el ex presidente, era una «convocatoria valiente», y con valentía se abordó por ambas partes. Porque lo más sobresaliente del cara a cara de ayer, moderado por el director de nuestro periódico, fue, precisamente, su propia celebración en lo que supone una apuesta por el diálogo, la defensa de las ideas, la tolerancia y la voluntad de contribuir juntos a la construcción de una sociedad más fuerte. España atraviesa por uno de los momentos más difíciles desde los años de la Transición y corre el riesgo cierto de que afloren las divisiones cainitas que tantos costurones han infligido a su historia. Más que nunca es necesaria la existencia de ámbitos de reflexión y de cooperación entre protagonistas de distintas sensibilidades e ideologías, persuadidos de que las soluciones vendrán de la unión de esfuerzos, no de la exclusión ni el anatema. En este sentido, el debate de ayer fue modélico y muy aleccionador. Las intervenciones de Cañizares y de Zapatero compartieron la misma pasión por el hombre, por sus derechos y sus esperanzas, que para el primero se fundan en su relación con Dios y, para el segundo, en los valores que en Europa alumbró el Siglo de las Luces, al que no fue ajena la identidad cristiana del continente. Precisamente la contribución del cristianismo a la identidad democrática europea fue uno de los puntos de coincidencia entre ambos, e incluso Zapatero calificó de «ignorantes» a quienes niegan esta realidad. De ahí también que hubiera un consenso básico sobre cómo deben ser las relaciones Iglesia-Estado según la Constitución: de autonomía y cooperación, que excluye toda hostilidad entre ambos. O, como señaló el filósofo Habermas en un debate con el entonces cardenal Ratzinger, el modelo a seguir es el del aprendizaje entre ambas instancias mediante el diálogo. Y eso fue, exactamente, el gran debate de ayer: un ejercicio de aprendizaje desde la reflexión y el respeto al otro.
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