Berlín

El odio

La Razón
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En estos días de recuerdos terribles, escuchamos con frecuencia que la caída del Muro de Berlín propició un espejismo, el del fin de la Historia y el triunfo de la democracia, que se derrumbó a su vez con los ataques del 11 de septiembre. Bien está el razonamiento si hace referencia a una ilusión de omnipotencia y de invulnerabilidad. Ahora bien, la caída del Muro de Berlín no significó eso. Significó exactamente lo contrario, que es el triunfo de los regímenes liberales. ¿Quiere decir eso que la democracia liberal (y la libertad económica) están desde entonces garantizadas en todas circunstancias? Evidentemente, no. Sólo alguien de muy pocas luces puede llegar a sostener eso. Lo que alumbró la caída del Muro de Berlín es una situación en la que ya no son admisibles ningún régimen político, ninguna forma de convivencia, ninguna comunidad política que no estén basados en la democracia liberal. Ése es el avance que se produjo con la caída del Muro de Berlín, pronto hará 21 años. Habrá quien no lo vea como un avance, porque mucha gente no cree en la capacidad de la democracia liberal para controlar, o al menos encauzar la furia y el odio que laten en el fondo del ser humano y que un fenómeno como la globalización pueden contribuir a desatar con más fuerza que nunca. Aun así, ni siquiera quien esto piensa –con toda legitimidad, claro está– es capaz de proponer una alternativa viable a la democracia liberal.
¿Quién puede abogar hoy en día, en serio, por instaurar una dictadura, o por imponer alguna forma de unanimidad ética articulada en un programa político? Lo que nos une no es eso, sino el amor a la libertad –la nuestra y la de los demás–, el respeto a los derechos humanos, la voluntad de defenderlos y llevarlos allí donde no son aplicados. Ésa es nuestra cultura, basada en creencias religiosas, pero también independiente de éstas. En otras palabras, no nos une el odio, sobre el que no se funda nada que no sea la destrucción y la muerte, como bien demostró el 11-S. Nos unen la ley, la libertad y la tolerancia.