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Una gorra roja un cartón de Ducados y un bolso de mano
MADRID- ETA pidió al «comando Zipi» información para atentar contra el cuartel de la Guardia Civil de Tolosa, en Guipúzcoa. Iñaki Iguerategui, uno de los miembros de la célula, hizo ver a los jefes de la banda del peligro que suponía para personas ajenas a la Benemérita esa acción criminal, ya que al lado había un colegio de monjas y viviendas particulares. Esas precauciones se plantearon porque se trataba de ciudadanos vascos ya que, en el resto de España (Zaragoza, Santa Pola, etcétera) los terroristas no han tenido ningún miramiento.
Según la declaración de Iguerategui a la Guardia Civil, que ha conocido LA RAZÓN, ETA también le pidió información sobre el responsable de la Policía Municipal de Andoain, Joseba Pagazartundua, que fue asesinado por la banda, y sobre tres ertzainas de esta localidad, en la que vivía el presunto etarra.
Sobre su captación por ETA, Iguerategui –que en el momento de su detención trabajaba como bombero– y que ya ha ingresado en prisión, al igual que el otro miembro del «comando», Juan Ignacio Otaño, señaló que «mi primo José María Iguerategui (murió al estallarle una bomba que llevaba en la mochila) me intentó captar en 1990, después de que terminé la mili, pero no acepté. Posteriormente, cuando ya tenía una hija, en 2001 o 2002, encontré en el buzón de mi casa una carta de ETA. Se trataba de un sobre sin sello y, en su interior había unas instrucciones y un mapa. Estaba firmada con el anagrama de ETA y me marcaban una cita y una cita de seguridad. El mapa era de un pueblo costero de Francia, de la zona de Las Landas, Hossegor o Capbreton, y me marcaban la calle por la que tenía que pasar, con una gorra roja, un bolso y un cartón de Ducados. Tenía que llegar hasta una plaza».
«Acudí a la cita en Francia, por la autopista y carreteras secundarias de la costa. No llevaba el teléfono móvil y daba varios giros completos a las rotondas para ver qué vehículos me seguían y detenerme de vez en cuando. Apareció una mujer que le hablaba en euskera y nos dirigimos a una cafetería, en la que apareció, a los cinco minutos, un chico. Me propusieron un amplio abanico de opciones de colaboración y acordamos que mi tarea sería la de repartir cartas cada cierto tiempo, en las que se solicita el cobro del impuesto revolucionario», agregó.
«Me entregaron un sobre tamaño libro que, aproximadamente, contenía una docena de sobres no muy grandes y con sellos de correos, dirección y remitente. Estaban escritas a máquina o en ordenador y antes de mandarlas, tenía que comprobar que estaban bien cerradas. En el paquete que me entregaron ponía el mes en que debían ser enviadas, a veces varios meses después de recibirlas».
En neopreno
Asimismo, reveló que «las cartas las llevaba desde Francia a España en una bolsa que ocultaba entre un neopreno mojado dentro de un recipiente. En otras ocasiones, entre la ropa usada de ciclismo».
«La primera vez que me dieron las cartas, –añadió– las eché en buzones de Irún. No lo volví a repetir porque me dijeron que no lo hiciera en la zona de la frontera y que las cartas las echara en San Sebastián, hacia el sur, ya que en esa zona ya había gente haciendo lo mismo que yo. Por eso, las siguientes, las eché en Andoain, Tolosa, Villabona, San Sebastián (barrio de Gros) y Pamplona».
Iguerategui aclaró que «las cartas que tenía que enviar pasados unos meses, las guardaba en mi garaje, ocultas bajo piezas de grasa, en un cajón. Al estar con grasa, nadie se acercaba a ellas». Sobre sus contactos con ETA, dijo que habían sido con «Thierry» (Francisco López), Ainoa Ozaeta, «y el chico y la chica con los que tuve la primera cita. Cuando acudía solo "Thierry", solía comer con él y, en los otros casos, tomábamos café».
«En una de las citas, me pidieron los boletines oficiales de Guipúzcoa y revistas de economía, donde salían nombres de empresas y empresarios adjudicatarios de obras públicas. También me pedían que les llevara sellos, que los compraba en Lasarte y en Tolosa». «A las citas solía acudir solo, excepto en dos en que me acompañó Otaño. Le conocía de Andoain, de toda la vida. Iñaki era fontanero y había trabajado en mi casa, llevaba a la niña a la misma ikastola y frecuentábamos los mismos bares. En las citas, le entregaban un sobre como el mío».
Sobre posibles objetivos de atentados, «en una ocasión me preguntaron si Joseba Pagazartundua llevaba pistola, y yo les dije que sí, ya que en una ocasión realizó varios disparos en una cantera. También hablamos de unos ertzainas que conocía por haber ido juntos al colegio. Como trabajaba como bombero en Tolosa, me preguntaron por el cuartel de la Guardia Civil de la localidad, supongo que para atentar contra el edificio, y yo les dije que no se podía ya que estaba rodeado de carreteras a ambos lados, un colegio de monjas y casas».
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