Bruselas

Cacerolas y garbanzos

La Razón
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La fórmula de la carta firmada por varios primeros ministros tiene larga tradición en la UE. Los medianos hacen pandilla para hacerse oír por los grandes. La unión no hace la fuerza, pero diluye autorías epistolares. A diferencia de aquella carta que Trichet le envió a Zapatero (y que Rajoy, cual papel del Cesid, mantiene en secreto), ésta de ahora nos la sabemos por Mario Monti, el tecnócrata. Los doce apóstoles del nuevo crecimiento escriben a Merkel por persona interpuesta para adornarse con apelaciones a la responsabilidad de los bancos –qué diría Paulson– y camuflar su solicitud última: «Afloja, Ángela, afloja». Hacen coincidir su tibia petitoria con el «caso Wulff», incómodo episodio en el que la señora se reveló falible. Sólo ella se empecinó en hacer presidente a este colega «modélico» que ha acabado aplastado por la sombra de un tráfico de influencias. Dos años después de elegir la opción equivocada, han sido sus socios los que han obligado a Merkel a cambiar de caballo y consagrar a Gauck, el candidato bueno. Los doce apóstoles se encomiendan al precedente Wulff para confiar en la capacidad de adaptación de la señora. Rajoy, comodín, abraza simultáneamente la doctrina antidéficit, la del estímulo público, la rebaja de impuestos, su subida, la tasa Tobin, los eurobonos y dos huevos duros. Ya lo dijo en Bruselas: «Soy partidario de hacer todo a la vez». Al fondo, Grecia. Dos años ya de protestas. Manifestaciones a veces pacíficas y a veces, adoquinadas; contenedores quemados, caceroladas, cargas policiales y noches de calabozos llenos. Se rompió el Pasok, cayó el primer ministro y llegó el tecnócrata Papadimos. Nada ha impedido ni los recortes ni los impuestos. A un lado, la protesta organizada; al otro, los socios que te prestan el flotador-rienda. Aunque no lo dijera Maquiavelo, gobernar es saber conciliar las cacerolas con los garbanzos.