Raro Robinson

En «La caza», uno de los títulos más emblemáticos de Saura, toda aquella asfixiante historia de rencores y odio eclosionaba en una presentida y violenta cetrería humana final. E l segundo trabajo de Pedro Aguilera también reúne a varios personajes armados hasta los dientes y detrás de unos pobres animales: Robinson (de tan obvio, el homenaje a Crusoe no se comprende), un subsahariano que llega a las costas de Almería y luego emigra al País Vasco, y tres hombres que conoce en ese raro periplo.

Pero hasta ahí hemos llegado: aunque cuidada desde el punto de vista formal y poseedora de una estética que la relaciona con otras producciones muy años 70, el errabundo, inasible (que no significa enigmático) Robinson quiere matar a una persona guiado por una especie de padre espiritual y vaya usted a saber los motivos mientras naufraga literalmente como personaje porque ignoramos de dónde procede el dolor qu lo envarga y nada nos importan, por ejemplo, los ataques epiléticos que sufre el muchacho. Ni a él mismo. Frente al mutismo de éste, las absurdas reacciones que provoca en quienes le rodean y tantas preguntas en el aire, sólo nos queda esperar una sola respuesta. Que, como le sucede al propio Robinson, no llega jamás.