El alma perdida del arte contemporáneo

El arte contemporáneo sigue sin quitarse ante el gran público la etiqueta de dar cobijo a montajes vanos, burdas provocaciones o instalaciones con un significado poco accesible. La colección Sandretto Re Rebaduengo (una de las más importantes del mundo en manos privadas), que ha ido reuniendo durante dos décadas Patrizia Sandretto en Turín, contiene algún ejemplo de ese tipo de ruido en las 124 piezas que visitan Madrid hasta el 29 de abril, pero también un esfuerzo por hacer que el arte contemporáneo demuestre su alma. «Nuestra inspiración son las obras de El Greco de la Colección Santander. Queríamos reflejar las raíces del arte contemporáneo con una exposición que sugiere que el arte puede mantener unidos el espíritu y el espacio, y hacer que se refuercen mutuamente», dijo Francesco Bonami, comisario de la muestra. Con piezas como «Bidibidobidiboo» (Maurizio Catellan) que dan alma a una ardilla, tanta como un Walt Disney realista, tanta, que la ardilla termina suicidándose de un disparo en la mesa de la cocina.
También hay alma en el cristal de las botellas de Coca-Cola («120 giornate») que Damián Ortega deforma hasta límites oníricos. Para la italiana Sarah Ciracì, la tierra bajo nuestros pies también tiene alma y está a punto de emerger con dos perforadoras como tornillos gigantes en «Questione di tempo». Los hermanos Chapman («Ciber iconic man») también intentan atrapar el alma (y eso ya es más discutible) de un tiempo violento con el maniquí de una mujer que cuelga del techo con «graves» heridas de las que gotea sangre real. En todo caso, esta es la mejor oportunidad para que cada uno juzgue si hay «espíritu» en piezas de Anish Kapoor, Damien Hirst, Julian Opie y Douglas Gordon, que se encuentran entre los 96 artistas representados de la colección.