Sevilla

OPINIÓN: El mal perder

La Razón
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Empleando el viejo y sucio truco de «yo no voy a decir que… pero lo digo», Antonio Rodrigo Torrijos mostró toda su mala baba de antidemócrata al espigar los motivos por los que el electorado pudiera haberle dado una mayoría histórica a su archirrival. «Voto de castigo, frivolidad, gente permeable a la demagogia o engañados», una panoplia de motivos que abundan en lo que su camarada Villanueva argumentaba en la noche electoral, que los sevillanos dejan mucho que desear. O sea, que cuando el pueblo me vota es soberano y cuando no, es una pandilla de lerdos; cuando la aritmética me da para completar con las justas una mayoría de perdedores, se observan exquisitamente los juegos de esa democracia a la que motejo de «imperfecta» si las urnas me dan la espalda. Ningún totalitario concibe una derrota electoral, sencillamente porque quien se arroga sin consultar la representación de la voluntad popular no concibe unas elecciones libres. El sectarismo es la antesala de la irrealidad y en IU no tenían ni idea del nivel de encabronamiento que habían provocado sus políticas excluyentes. Les va a venir bien, para cogerle el pulso a la ciudad, una pasada de cuatro años por la calle. Yo no voy a decir que los comunistas de Sevilla sean unos chorizos pero ciertos políticos con barba se han dedicado a regalarle dinero público a las amistades.