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Los muertos olvidados

La extrema violencia del otro bando. Este libro muestra las víctimas, sobre todo maristas, en la zona republicana. Unos crímenes para los que no existe memoria histórica alguna

Niños con símbolos comunistas
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La «Memoria histórica» se ha convertido en los últimos años en una de las consignas esenciales del gobierno de ZP y en fuente de jugosas subvenciones para partidos, sindicatos y fundaciones. La Historia es algo más rigurosa y documentada como pone de manifiesto la última obra de Miquel Mir y Mariano Santamaría. Ha sido El Brujo en un reciente espectáculo teatral titulado «El testigo» el que de manera genial ha resumido los agujeros de la denominada memoria histórica: «Han buscao a Garcías-Lorca por aquí y no lo han encontrao… por allí y no lo han encontrao… por allá y no lo han encontrao… ¡cohone con la memoria histórica, que ni se acuerdan de dónde lo enterraron!». La anécdota, contada en el escenario con un sentido del humor rezumante de agudeza y sentido común, sirve para indicar hasta qué punto la memoria falla –si es que se llegó a tener– y carece de relación real con la Historia. Como todos los trastornos del lenguaje creados por la «agit-prop» de la izquierda, ha terminado siendo asumido por aquellos que no creen en él. No es otro el caso del libro –ciertamente notable– de Miquel Mir y Mariano Santamaría titulado «La otra memoria histórica».


Represión a los maristas
Aclaremos que no hay «otra» memoria histórica por la sencilla razón de que «memoria» e «histórica» son categorías incompatibles. Realizada esa obligada salvedad, debe señalarse que la obra analiza con notable interés un episodio muy concreto –por desgracia, no único– como es el de la represión sufrida en Cataluña por los Maristas, una orden católica dedicada a la enseñanza. Desde mediados de julio a septiembre de 1936 no hubo un solo día en que los revolucionarios del Frente Popular no asesinaran a algún marista a la vez que se incautaban de las propiedades de la orden. Algunos hubieran podido salvar la vida si los nacionalistas catalanes Companys y Tarradellas hubieran aceptado entregarlos a cambio de un rescate, pero se negaron a ello.

Por desgracia, el caso de los Maristas no fue excepcional. A esa parte del libro – sin duda, la mejor– se suman otros aspectos, como un capítulo breve relacionado con las matanzas de Paracuellos del Jarama –único episodio de la horrible Guerra Civil que, en puridad, puede calificarse de genocidio–, las matanzas de Camuñas, recientemente investigadas, conocidas desde hacía décadas y silenciadas por casi todos los medios de comunicación; los asesinatos del Círculo Ecuestre de Barcelona, y el latrocinio realizado por fuerzas del Frente Popular. A pesar de centrarse en aspectos muy concretos de la represión –no se detiene el libro en cuestiones como la organización institucional, el funcionamiento interno de las checas o la utilización de métodos novedosos de tortura y asesinato en masa, la obra reproduce de manera muy veraz lo que fue la vida en la zona de España controlada por el Frente Popular.

Lejos de ser una parte del territorio nacional rezumante de democracia que se defendía contra una agresión fascista, se trató de una parte de España entregada a la revolución con todas sus consecuencias y sin freno alguno. Esa revolución discurrió por una serie de carriles que iban del nacionalismo catalán –responsable de horrendos crímenes como queda de manifiesto en este libro– al PSOE pasando por el anarquismo y el PCE. En todos y cada uno de los casos se partió de un principio leninista de la represión, el que afirmaba que era lícito exterminar a sectores enteros de la población a los que se había motejado con el sobrenombre de «enemigos del pueblo». La etiqueta era letal, pero los etiquetados no resultaban tan fáciles de identificar. Por supuesto, incluyeron a sacerdotes y religiosos –no menos de seis mil asesinados – a los que se atribuyó la opresión del pueblo como si aquéllos, entregados al servicio de los menesterosos o a la vida contemplativa, pudieran equipararse con algunos obispos que coquetearon con la monarquía, el nacionalismo vasco o el catalán.


Terrible persecución
Como señalaba Solidaridad Obrera: «Se ha perseguido y exterminado a sacerdotes y religiosos únicamente porque lo eran. La destrucción de la Iglesia es un acto de justicia». Junto a la terrible persecución religiosa, la represión se cebó con miembros de la clase media, que, simplemente, iban a misa, tenían una imagen en casa o contaban con un par de empleados; con profesores de Derecho Romano, porque lo romano algo debía de tener que ver con el Vaticano; con gente a la que se odiaba porque se tenía deudas con ella o resentimientos amorosos o con desdichados que simplemente pasaban por allí, por ejemplo, por estar matriculados en un colegio religioso. La represión de las fuerzas del progreso y de la nación catalana no hizo distingos entre menores de edad y ancianos, entre mujeres y hombres, entre burgueses y gente del pueblo, entre pobres enfermos o aguerridos alzados. Si Companys –bajo cuyo mandato hubo más fusilamientos en Cataluña que durante las cuatro décadas de Franco– se pudo jactar de que no quedaban curas en Cataluña, Carrillo blasonó sobre la manera en que había aplastado a la «quinta columna». Podía hacerlo porque, como revelan documentos soviéticos publicados en español por primera vez por el autor de estas líneas, fue el responsable directo del genocidio de Paracuellos. Para remate, de entre aquel terrible magma de hambre y saqueo los socialistas, los republicanos de Azaña y los anarquistas, acabó emergiendo un PCE que, siquiera por la ayuda militar de la URSS y por el asesoramiento del NKVD de Stalin, tenía todas las papeletas para imponerse en la lucha por el poder. Para conseguirlo, no dudó en detener, torturar y asesinar a revolucionarios del POUM y de la CNT. A decir verdad, sólo la derrota militar impidió su victoria. Sin embargo, no evitó que algunos de los mandos vencidos, tras haber asesinado a miles de personas que incluían a no pocos de los suyos, se llevaran todo lo que pudieron a otras tierras en episodios bochornosos como el del Vita. ¿Otra memoria histórica? No. Datos históricos, documentos históricos, hechos históricos. En otras palabras, Historia frente a «agit-prop».


Sobre el autor
Mir es documentalista y estudia hechos relacionados con la violencia revolucionaria. Santamaría investiga las persecuciones religiosas en la guerra civil
Ideal para...
todas las personas interesadas en conocer la verdad sobre la Guerra Civil española, en especial en relación a la violencia contra los religiosos
Un defecto
El título del libro, porque memoria e histórica son magnitudes contradictorias.
Una virtud
Que estamos ante una obra que nos resulta bastante amena y bien documentada
Puntuación: 7



«LA OTRA MEMORIA HISTÓRICA»
Miquel Mir y Mariano Santamaría
Nowtilus
203 páginas 21,95 euros


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