Cataluña

Triunfo del gran solo flamenco

En estado puro, así se presentó la noche del jueves Rafael Amargo en el estreno de su nuevo espectáculo.

047CAT30FOT1
047CAT30FOT1larazon

BARCELONA- Mucha expectación había la pasada noche del jueves por ver a Rafael Amargo en Arteria Paral·lel. Con el teatro lleno, eran muchos los que querían conocer de primera mano su nuevo espectáculo. Había motivo. En este nuevo reto, Amargo ha optado por una economía de medios, sin artificios en la puesta en escena, pero no por ello carente de talento. En «Solo y Amargo», el artista propone al espectador un viaje en solitario, que el bailaor inicia despiéndose de un amigo en el escenario que parecer ser el regidor del teatro.

Sin trucos ni trampas
A manera de prólogo, tras revisar las ropas que empleó en el pasado como vestuario y de bailar con un capote dando una vuelta torera, Amargo comienza despidiéndose, declarando que esto es el final, que no habrá nada de todo eso, que primará la sencillez, casi el minimalismo escénico. Una canción de Anthony and the Johnsons sirve para acentuar este gesto. De allí, tras la caída del telón, se pasa a un escenario vacío que se va llenando poco a poco con un cuadro musical flamenco. A partir de una mezcla de temas musicales lorquianos, unos escasos fragmentos de las canciones populares armonizadas por el poeta, Amargo llega vestido de sobrio negro, con chaquetilla torera y empieza a hacer su declaración de intenciones. Bailará solo, únicamente con la complicidad del grupo flamenco.
Sin trucos, sin trampa, Amargo baila fuera y dentro de la caja escénica, acercándose como nunca lo ha hecho a su auditorio. El público casi puede tocar al bailaor mientras se mueve entre las butacas del Arteria Paral·lel. Es la manera de demostrar que no quiere hechizar con una actuación fácil llena de luz, sino con flamenco puro, con un taconeo electrizante. Igualmente, no como provocación sino como declaración de principios, Amargo se desnuda literalmente ante un espejo, bailando con la única compañía de un mantón. Es una escena con la que busca un lirismo que alguien del público no pareció comprender el día del estreno. Mientras se desarrolla esa desnudez, una voz en off va recitando un poema a mayor gloria de Amargo, recorda que es «lo mejor de Granada».
En este «Solo y Amargo» también escuchamos la voz del artista, que deja el baile en algún momento para cantar, incluso en francés, versionando el «Ne me quitte pas» de Jacques Brel. Pero Amargo extiende su buen hacer por todos lados, hasta el punto de permitir que cada uno de los miembros de su grupo pueda lucirse en solitario: desde los cantaores hasta el guitarrista, pasando por la flauta o el chelo. Un gesto que no es muy frecuente en este tipo de espectáculos en solitario y que demuestra la generosidad del bailaor.