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Menudos demócratas
Es difícil superar tanto dislate, tanta provocación, tanto disparate y tanta irresponsabilidad. Pero todo ha sido clamorosamente previsible. La cofradía de la Zeja tiene patente de corso cuando se trata de tomar la calle y de vociferar lo que le venga en gana, por grave que sea. Porque estos confundidos cofrades, en última instancia, se creen en posesión de las esencias de la democracia, y por supuesto son los autorizados para repartir entre ciudadanos y políticos carnés de demócratas.
Pero han vuelto a ir demasiado lejos. O a caer demasiado bajo, según se mire. Causa verdadero estupor observar cómo Pilar Bardem y sus cuates, en comandita para no perder las buenas costumbres, osan calificar de fascistas y nazis a los letrados que ejercen la acusación en el procedimiento contra Garzón. Causa bochorno comprobar cómo estos mismos valientes asocian directamente con la dictadura franquista a todos aquellos que cuestionan la forma de entender la justicia del multimillonario juez.
Causa vergüenza oír, entre bramido y bramido, cómo acusan de ser tapaderas de oscuros intereses a todos cuantos entienden que el Estado de Derecho tiene que funcionar también contra quien se ha presentado, envuelto de su insondable vanidad, en paladín de la justicia global. Ruboriza asistir a un extravagante carnaval en el que se denuncia la comisión de una irreversible injusticia, movida simplemente por las bajas pasiones y las envidias personales.
Pero los artistas y los comunistas de casi siempre, con Llamazares brillantemente destacando, vuelven a dejar al descubierto de forma casi cómica su gigantesca hipocresía y su siempre recurrente doble rasero. Resulta que la democracia tiene que aplastar a corruptos y prevaricadores implacablemente salvo que esos corruptos y prevaricadores sean iconos de la izquierda. Entonces, a esa izquierda de pitiminí ya no le vale la democracia ni los tribunales. Cuando los suyos son pillados con las manos en la masa resulta que alguien ha puesto en marcha una venganza, un ajuste de cuentas, una vendetta. O lo que es peor, un linchamiento político. ¡Paparruchas!
Es indigno que la antigua plataforma de apoyo a Zapatero, ahora reconvertida para más elevada causa, asegure que los miembros de la Sala de lo Penal del Supremo no son más que un grupo de confabuladores. Pero es más indigno que ese Poder Judicial que reaccionaba airado por las recientes críticas del padre de Marta del Castillo, un padre humillado y hundido, pase por alto ataques que encierran tanta villanía y tanta semilla totalitaria.
Pilar Bardem y Llamazares gritan por el juez
La actriz y el político fueron los cabecillas de las protestas por el juicio contra Garzón. O las caras famosas. Como en anteriores ocasiones, no iban solos. Junto a ellos, miembros de varias plataformas contra el franquismo que no dejaron de insultar ni un segundo a los jueces y letrados. Se quejaban de que no hay «justicia democrática» y de que quienes han llevado a Garzón a esta situación son los que «justifican crímenes de lesa humanidad». Y mientras aplaudían a Garzón, no dudaron en exigir la dimisión del tribunal por haber perdido «la noción de la Justicia».
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