Cataluña

OPINIÓN: Propaganda antitaurina

La Razón
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Son listos estos animalistas que hacen proselitismo de sus ideas radicales a costa de la fiesta de los toros. Primero ha sido en Cataluña, donde han encontrado terreno abonado, no porque a los «diputats» les interese demasiado el bienestar animal –de hecho, los más contrarios a las corridas han blindado los «correbous»–, sino porque, en su rancio convencimiento nacionalista, siguen identificando al toreo con la España «opresora». Y ahora toca Madrid, donde una organización que se dedica a recoger perros ha presentado otra ILP antitaurina a sabiendas de que en esta Comunidad lo tienen todo perdido. O quizá no, porque, utilizando ese legítimo instrumento, aprovechan para hacerse una desmedida publicidad en todos los medios, que, por aquello de la actualidad y lo políticamente correcto, ofrecen sus espacios para que los activistas repitan con insistencia goebbeliana sus demagógicos mensajes. Ya saben: de tanto repetirse, las mentiras acaban por convertirse en verdades absolutas, como esa que esgrimen estos difamadores, según la cual la Fiesta de los toros disfruta cada año de 550 millones de euros de subvenciones que la sostienen artificialmente. Todavía no se entiende por qué desde el abochornado mundo del toro nadie ha salido nunca al paso de este bulo que, por ser monetario, cala más en la gente que esa también falsa acusación de tortura al toro bravo. Porque, hasta el momento, el taurino es el único espectáculo cultural que paga el 18 por ciento de IVA, el que deja a las instituciones públicas cientos de millones en concepto de canon de arrendamiento de plazas, el que cotiza en cada espectáculo mayor casi un millón de pesetas a la Seguridad Social, el que genera ingentes cantidades de ingresos indirectos en las ciudades en fiestas…Sí, los antis son más inteligentes que los taurinos. O están mejor organizados. Son pocos, muy pocos, pero actúan como un solo hombre en pos de sus objetivos, probablemente dirigidos por una misma batuta que ha diseñado esta repentina y furibunda campaña que sufrimos quienes asistimos, insultados y agredidos, a un espectáculo profundamente enraizado en nuestra cultura y con todo su reconocimiento legal.Por eso mismo, y por esa polémica de siglos que siempre provocaron, los animalistas tienen claro que atacar sensibleramente las corridas de toros es el frente que puede generarles más réditos y seguidores en su cruzada inquisitorial. Esa guerra propagandística que, más que defender a los animales, responde a ocultos intereses de secta y a objetivos comerciales de algunas multinacionales de las mascotas que, se sospecha, sufragan todas estas campañas. No importa si ganan o pierden, porque seguirán presentando sucesivas «ielepés» en todos los parlamentos regionales, incluido el andaluz. Les sigue saliendo más barato que cualquier campaña de publicidad.