Estreno
«Los problemas de hace dos siglos son los mismos de hoy»
No es extraño que Takashi Miike empezara a trabajar en el cine como ayudante de dirección de Shohei Imamura. Del director de «La balada de Narayama» y «Lluvia negra» heredó un estilo brusco y rugoso que ha aplicado a las leyes del cine de género. El equilibrio «zen» de los planos de Ozu y Mizoguchi se degrada en imágenes tensas e imprevisibles que, en 80 películas filmadas en veinte años, han seducido a cinéfilos de culto y a festivales internacionales que han apostado por él, rescatándole del mercado del «directo a vídeo».
Sentado en la terraza del hotel Excelsior de Venecia, donde presentó el año pasado «13 asesinos», se muestra contento con la buena acogida de la película. Tiene un aspecto moderadamente excéntrico, vestido con una chaqueta amarilla y unos pantalones de cuero marrones. Miike no quiere parar la máquina: Miike quiere rodar como respira.
-¿No teme que le acusen de haberse domesticado?
-En absoluto. Precisamente lo que quería era hacer una película respetuosa con las tradiciones, filmada a la antigua usanza. En los últimos años ha habido muchas películas de samuráis, pero con multitud de efectos digitales. Mi película es una reacción contra esto: una historia de época exige un estilo clásico.
-«13 asesinos» es un remake de una película de Eichi Kudo. ¿Tuvo presiones para modernizarla?
-Los productores querían que añadiera una historia de amor. Según ellos, era la manera de atraer a un nuevo público, de aportar algo distinto a un género que Kurosawa puso en el mapa del cine japonés en los cuarenta. Me negué: la mejor forma de hacer algo nuevo es haciendo algo clásico.
-En las películas de samuráis de Kurosawa se respiraba la influencia de Shakespeare. ¿Cómo ha manejado los ecos de la tradición del «chanbara» en su acercamiento al género?
-Las referencias a Shakespeare y Kurosawa pueden notarse, pero no las incluí conscientemente. Quiero decir que no tomo estas decisiones de manera voluntaria, simplemente dejo que las ideas surjan del trabajo en el «set».
-Debía ser todo un reto planificar la larga secuencia final…
-Personalmente no la encuentro tan larga. Su duración expresa la voluntad de supervivencia de estos hombres. Teniendo en cuenta que la producción de este tipo de películas ya no está amparada por el sistema de estudios japonés, que los caballos son «amateurs», los actores no están acostumbrados a estas escenas y los rodajes son muy rápidos, no perdimos mucho el tiempo. Tardamos veinte días en filmarla.
-¿Tenía miedo de que el público occidental se perdiera en la parte más expositiva del filme?
-Es importante que en un película como ésta la relación de los personajes esté bien definida, porque el sistema organizativo de los samuráis es muy jerárquico. Procuré que cada actor representara el estatus de cada personaje. Por ejemplo, elegí a Kôji Yakusho para el protagonista porque es una estrella y sólo una estrella puede encarnar a un líder como Shinzaemon.
-¿Qué le interesaba al rodar una película histórica?
-La tecnología ha hecho que las nuevas generaciones hayan perdido el contacto con el tiempo y la Historia. La Historia es algo que les ha pasado a los demás. Intento mostrar que los problemas de hace dos siglos son los mismos de hoy. Es importante mantener un vínculo con el pasado para entender lo que nos ha tocado vivir.
Un filme en 3D de samuráis
Takashi Miike no sabe lo que es estar en el paro. Visitó Cannes durante una pausa de su nueva película. Allí promocionaba «Hara-kiri», «remake» de Masaki Kobayashi que puede ser el contraplano de «13 asesinos». Otro filme de samuráis, más intimista, aunque rodado en 3D. Miike volvía a sorprender: «Hara-kiri» es un filme reposado, que no hace alarde de las tres dimensiones y que reserva la violencia para romper la calma de una tragedia escrita con la sangre del sacrificio y la injusticia.
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