Sanidad privada por Sergio ALONSO

La Sanidad privada en España se encuentra en una encrucijada histórica. O da el salto de calidad ahora y contribuye a proporcionar verdadero oxígeno a un sistema público hundido por la bancarrota y la miopía del Ministerio de Leire Pajín, o se quedará estancada por los tiempos de los tiempos, jugando un papel residual. Es importante por ello el paso que han decidido dar estos días algunas de las principales empresas del sector, como el Grupo Hospital Madrid, la Rúber y la Rúber Internacional, el Grupo Capio, la Unión Murciana de Hospitales, el Grupo San Roque, el Grupo Hospiten o USP. Todas estas compañías y otras históricas que se les sumarán en breve como Quirón, Recoletas y los centros religiosos crearán una Confederación Nacional de Hospitales y Clínicas Privadas, lo que significa que renuncian a permanecer bajo la órbita de la deteriorada Federación Nacional de Clínicas Privadas, la patronal actual. Es lógico. No sólo por la debilidad de esta última a la hora de negociar convenios como el de tráfico, o por el escaso peso específico de las clínicas que allí aún quedan, sino por las irregularidades que han socavado la imagen de la entidad. No. Las clínicas serias, con marcas fraguadas a base de años de duro trabajo, no pueden ver mermada su credibilidad por la sombra de una federación jalonada de hechos extraños. Hechos como la falta de documentación, detectada por PricewaterhouseCoopers, acerca de los cursos de formación gestionados por Aliad y financiados por la Fundación Tripartita. Entre 2003 y 2010, dicha fundación ligada al Ministerio de Trabajo reportó a la federación de clínicas la friolera de 19,63 millones de euros en subvenciones. ¿Por qué no está acreditada la correcta ejecución de esos cursos por parte de Aliad? Razones habrá, pero las clínicas más importantes de España no quieren que las dudas manchen su nombre ni hipotequen su futuro dentro de la Sanidad. De ahí que declinen seguir un minuto más en ella.