Ferias taurinas
Tiempos muertos por Paco AGUADO
La de Madrid nunca fue plaza fácil. Tensa, rígida, agria a veces, severa siempre. Sólo unos pocos titanes han logrado vencerla, relajarla, seducirla y convertirla en amante complacida y dulce. Pero siempre a costa de la máxima entrega, incluso de su sangre.Las Ventas es un tribunal sumarísimo del toreo dominado por tópicos, frases hechas y costumbres arrastradas, supuestamente en pos de la máxima pureza, de la integridad del rito, de la defensa de la norma y los cánones. Y es así como la lidia se convierte en su ruedo en un inflexible ejercicio de dictatorial ortodoxia, en una sucesión de tediosos tiempos muertos, pretendidamente serios, que no entiende esa inmensa mayoría que se dedica, mientras tanto, a buscar famosos por los tendidos y a hablar por el móvil. Por cierto, ¿podrá alguna vez restringirse el uso del teléfono en las plazas de toros, igual que se hace en cines y teatros, para no molestar al resto de espectadores?Habría que explicarle algún día a la sesuda afición de la plaza de Madrid que la corrida de toros no es un tentadero, como alguien ya les confundió. Que a la plaza se va no a ver al toro como a las becerras en el campo, sino al toro con un torero, tal que alguna vez dijo Corrochano en favor del dinamismo del espectáculo. Y que los grandes lidiadores de la historia, esos toreros que ahora añoran quienes no los vieron, lo fueron precisamente por su flexibilidad mental para la estrategia, para interpretar ese juego de coordenadas que plantea el enemigo –encastes, terrenos, querencias, distancias…– y que no explica ningún rígido manual de instrucciones.
Paco AGUADO
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