Sevilla

La náusea

La Razón
La RazónLa Razón

Griñán accedió a la presidencia de la Junta tras meses de repetir por las equinas el discurso del esfuerzo, el mérito y la capacidad. Y los funcionarios, los socialistas y los que no lo son, creyeron en él. Sin embargo, el giro copernicano de Zapatero en mayo dejó al funcionariado boquiabierto y con un cinco por ciento menos de sueldo. Pero lo que la función pública no imaginó nunca en sus peores pesadillas es la puñalada trapera perpetrada en julio por la más fiel escudera del inquilino de San Telmo, la consejera Aguayo, mitad monje del déficit cero mitad soldado al servicio del partido. Porque la letra pequeña del decreto de reordenación del sector público andaluz, so pretexto de un supuesto ahorro del gasto público, equipara al empleado público que ha conseguido su plaza después de un concurso oposición con aquél al que le ofrecieron el atajo de un enchufe o de un contrato discrecional en cualquiera de ese centenar de empresas públicas que ahora se van a fusionar en un descarado río revuelto con ganancia de pescadores. Por ejemplo, no sé si saben que El Gran Mamoneo (EGM) es como dentro de la Junta se conoce a la empresa pública Egmasa y a otras que conforman la gran hidra de la administración paralela que, más que cortar de raíz, lo que el ínclito decreto del 28 de julio pretende es podar en apariencia.
Algunos han comenzado a hablar de una colocación preventiva y de un blindaje masivo del personal que de manera asistemática se ha venido contratando en los últimos años. Pero lo único cierto es que los funcionarios andaluces, también los socialistas, lo que sienten hoy es una mezcla de inquietud, incertidumbre y náuseas. No saben qué será de su futuro y temen que su esfuerzo y disciplina del pasado no les hayan servido de nada. Es ya un grito a voces en cualquier departamento de la administración autonómica que Griñán no ha medido el riesgo de contradecir su discurso ético inicial y que se ha suicidado torpemente en la plaza de la función pública. Ayer la Plaza de España de Sevilla fue claro ejemplo de ello.