Brasil
Frutopía: cómo construir coches con cáscaras de plátano
Los millones de residuos de bananas y piñas que se generan al año ya no son sólo desechos. La piel de diversas frutas es idónea para sustituir los polímeros de automoción por bioplásticos y para depurar los metales del agua
Resbalarse con la cáscara de un plátano no deja de ser un tópico. Pero seguro que a más de un científico le ha venido esta idea a la mente al pensar en crear y añadir nuevos remedios a los que la naturaleza ya ofrece por sí sola. Dos recientes investigaciones han visto en ésta y en otras cáscaras de fruta las cualidades idóneas para poder filtrar el agua y sustituir los polímeros de los automóviles por bioplásticos.
Un equipo de expertos de la Universidad Estatal de Sao Paulo, en Brasil, ha descubierto que con la corteza de plátano se puede eliminar la presencia de metales pesados, como el cobre y el plomo, en el agua, igual o mejor incluso que con materiales sintéticos. Y por cáscaras no será. Sólo el pasado mes de enero se consumieron 48.504.910 kilogramos de plátanos en los hogares españoles, según los últimos datos del Panel de Consumo Alimentario, que publica el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino.
Al químico ambiental Gustavo Rocha de Castro, de la citada universidad, le surgió esta idea mientras «leía un documento sobre el contenido de proteínas de diferentes productos, entre ellos la corteza de la banana, y me acordé de la frase: ‘‘la mejor parte de la fruta suele descartarse''». «El mayor problema en el desarrollo de materiales para depurar el recurso hídrico –prosigue el experto– es el alto coste de los productos sintéticos, así que esta vez buscaba algo barato y fácil de preparar».
Y lo encontró. «Las cáscaras de banana presentan un alto contenido proteínico, como azufre, nitrógeno o ácidos carboxílicos. Estos átomos tienen electrones pares (carga negativa) disponibles para compartirlos con otros, como los metales con carga positiva, por lo que el vínculo entonces con las cáscaras de plátano puede establecerse», explica el químico ambiental.
«Analizamos –prosigue Rocha de Castro– la capacidad de las cáscaras para purificar el agua transfiriendo 10 mililitros de solución con metal y agregamos 10 miligramos de piel de plátano. La mezcla se mantuvo en agitación durante un par de minutos y luego se filtró. La concentración de metales (después de revolver) fue menor».
Para llegar a esta conclusión, publicada en «Industrial & Engineering Chemistry Research», los investigadores diseñaron un purificador hecho con capas de piel de plátano «seco y picado para así incrementar la eficiencia», destaca Rocha de Castro. Y comprobaron que este purificador no es de un único uso, sino que se puede usar hasta 11 veces sin perder sus propiedades.
No utilizar en casa
Ahora bien, no elimina todos los contaminantes. «Hemos comprobado las propiedades de la cáscara del plátano para eliminar el cobre y el plomo del agua. También podría ser utilizado, por sus características, en la eliminación de otros metales como el zinc, el cadmio, el níquel, el cobalto o el cromo. Pero no hemos hecho ningún experimento sobre contaminantes orgánicos ni aniones», añade el químico ambiental. Así que su empleo casero es, al menos hoy, totalmente desaconsejable, ya que se desconoce su efectividad contra niveles elevados de salinidad, fertilizantes o detergentes en el agua.
Otros usos
Pero no es el único ejemplo. Otro equipo de científicos también de Brasil ha desarrollado un mecanismo para usar las fibras de la corteza de la piña y del plátano en la nueva generación de bioplásticos para la automoción. Se trata de polímeros más fuertes, más ligeros y más respetuosos con el medio ambiente, ya que con ellos no sólo se da salida a un residuo, sino que evita utilizar otros productos para este mismo fin.
Al científico Alcides Leao, de la Universidad Estatal de Sao Paulo, se le ocurrió esta idea «cuando un cliente le preguntó qué podía hacer con los residuos de las bananas y de las piñas».
«Pensé –prosigue el experto– en ambas frutas, porque tienen un bajo contenido de lignina, alta resistencia y hay una amplia disponibilidad, lo que convierte a estos residuos en idóneos para la producción de bioplásticos».
«De la piel de la banana o de la piña se puede extraer un tres por ciento de fibra y de ella un cinco por ciento puede ir para nanocelulosa», explica Alcides Leao. De este modo, se podría sustituir, si no el cien por cien, al menos la mitad del petróleo que se utiliza para fabricar polímeros con estos bioplásticos.
Y la cosa no acaba ahí. Ya se ha desarrollado un proceso para producir bioetanol a partir de la corteza de cítricos y otro para elaborar neumáticos con aceite de naranja. Y esto sólo acaba de comenzar. El futuro quizá se escriba con fruta o quizá no, pero seguro que no se escribirá con petróleo eternamente.
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