Japón
Un peligro colectivo
Llevamos ya consumidas dos largas semanas del curso político y la verdad es que es el momento de plantearse una cuestión de la que el Gobierno no quiere hablar y los ciudadanos se plantean: ¿qué pasa con la crisis? ¿nos hemos acostumbrado ya a una situación inerte e intocable de una crisis que no avanza, y que tampoco retrocede? Quizá visto lo visto, hasta el propio Rodríguez Zapatero tenía razón cuando hace poco comparaba las economías de España y de Japón por sus parecidos y similitudes.
En estos momentos hemos entrado en una dinámica que va mucho más allá de las decisiones políticas y económicas. Empieza a instalarse en la calle una aceptación más o menos resignada de la situación de crisis económica en la que estamos inmersos. Los políticos tienen un crédito que está cada vez más devaluado. El desasosiego se ha convertido en el paisaje habitual de todos los españoles y la penuria familiar en cuestiones básicas es una situación cada vez más frecuente para una gran mayoría. Ahí está el paro, las cuentas corrientes que se secan a principios de cada mes, hipotecas impagadas, restaurantes vacíos, cines desérticos o grandes superficies a medio gas. En resumen, un panorama desolador que hace unos meses era una permanente llamada de atención, pero que en estos momentos se ha convertido en lo habitual. Forma ya parte de la España real.
Detrás de esta situación, no podemos arrinconar una verdad como una casa: ¡aquí hay estrategia política!. El Gobierno que realmente está en muy mala situación, según todas las encuestas, parece como si ya se hubiera desangrado de tal manera que ha conseguido frenar la hemorragia. Está claro que los ciudadanos están hartos, pero este hartazgo se ha convertido en algo tan frecuente, que por desgracia ya no sorprende a nadie.
Si repasamos las polémicas políticas de los últimos días, podemos considerarlas como graves e irresponsables. Pero son como el oleaje que sube y que baja. Hay días de ruido, pero ese ruido se amortigua y termina desapareciendo. La última entrega la hemos vivido esta semana, con las declaraciones de Zapatero desde Oslo intentando decir que los parados que están en cursos de formación están ayudando al progreso de España. La bola que se ha ido armando ha sido muy grande, hasta Convergencia i Unió ha pedido la comparecencia del presidente del Congreso de los Diputados. Pero bueno, pueden estar seguros de que todo quedará en nada. El Gobierno seguirá en las mismas. Y la crisis mantendrá los mismos parámetros con los mismos índices de paro que nos sitúan en el vagón de cola en Europa.
Con todo, no nos podemos amilanar. No podemos aceptar la inacción del Ejecutivo, las banalidades de sus ministros o las afirmaciones siempre asombrosas del presidente. Y desde luego no nos deberíamos acostumbrar a esta situación lastimosa. Este acostumbramiento es en estos momentos nuestro gran peligro. Un peligro colectivo.
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