Galicia
Una marea negra pone en jaque la pesca de EE UU
La mancha de crudo que brota de la plataforma petrolera del Golfo de México acecha a miles de especies. La segunda pesquería del país genera 495 millones de eruos de ingresos directos al año y más de 1.100 millones de forma indirecta
La marea negra que se extiende por el Golfo de México desde hace más de una semana ha disparado todas las alertas. La gigantesca mancha que produjo la explosión y posterior incendio de una plataforma petrolífera el pasado 22 de abril en la que murieron once trabajadores ha sido ya calificada de «catástrofe nacional». Se calcula que cada día se derrama al mar el equivalente a 5.000 barriles de petróleo a partir de observaciones de superficie y los informes de las fugas en la tubería dañada en el suelo marino. «La previsión máxima para evitar que siga derramándose petróleo sería 45 días, de modo que de no lograr pararlo antes se vertería el equivalente a unos 225.000 barriles de petróleo, es decir, la mitad de lo que emitió el Prestige (35 775 toneladas frente a las 77.000 del vertido que afectó Galicia)», explica Manuel Moreu, decano del Colegio de Ingenieros Navales y Oceánicos. Ante lo que parece uno de los mayores desastres ecológicos de EE UU, el Gobierno ha prometido destinar todos los recursos disponibles para tratar de frenar la marea (quemándola, a pesar de la contaminación atmosférica que creará) y las posteriores labores de limpieza.
Se trata de un desastre medioambiental con graves consecuencias para los cientos de miles de familias que viven de la pesca. De hecho, una de las mayores industrias del Golfo de México es la pesca (comercial y deportiva). Según los datos publicados tras el incidente por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA es su acrónimo en inglés), en 2008, las pesquerías del Golfo de México comercializaron 576 toneladas de marisco. La pesca comercial supuso 495 millones de euros de ingresos ese año.
En concreto, «en el puerto de Luisiana se desembarca el 20 por ciento de las capturas de pesca de EE UU, lo que la convierte en el segundo puerto en este sentido del país, ya que el de Alaska aporta el 60 por ciento de las capturas», explica Ricardo Aguilar, director de Investigación de la organización Oceana en Europa. «La industria pesquera en este estado –prosigue– tiene un valor final de 1.126 millones de euros al año según la NOAA, y 2.100 millones según el sector». Y no es para menos, porque de él viven «al menos 2.000 pescadores y más de 30.000 trabajadores en tierra vinculados con la pesca. A esta cifra se sumarían los cientos de millones de ingresos que genera la pesca deportiva», añade. Tres de las especies con mayor interés pesquero en el Golfo de México son los huachinangos (Lutjanus campechanus), una especie de arrecife de la zona de color anaranjado, los langostinos, sobre todo el pardo cuya captura se realiza de junio a octubre, y las ostras. «Porque la marea negra arruinará la cosecha de ostras durante varios años, sobre todo en los estuarios», explica Aguilar. Y es precisamente en la costa estadounidense del Golfo de México donde se producen, según los datos recogidos por Efe, el 40 por ciento de las ostras del país. Otras de las especies con interés pesquero son el pargo, el mero y el atún.Un vivero del atún rojoDe hecho, «el Golfo de México es uno de los dos viveros en todo el mundo para el atún rojo del Atlántico gravemente sobreexplotadas. Cada primavera, el atún rojo se reúne en el Golfo de México a encomendar a sus huevos fertilizados a la corriente de bucle y emprenden su viaje a lo largo de la costa de Florida», detalla Dianne Saenz, portavoz de Oceana en Norteamérica. En cuanto a las desembocaduras de los ríos, «el 98 por ciento de las especies pesqueras de la zona depende de los estuarios, y es ahí donde se encamina la mancha de petróleo», dice Aguilar.
Dejando a un lado la pesca, la marea negra amenaza, según el Departamento de Fauna y Vida Marina de Luisiana, a más de 400 especies de la costa del estado, aunque, según Aguilar, éstas serían las más conocidas, pues «la cifra superaría el millar, ya que únicamente en el prado de tortugas hay entre 600 y 800 especies diferentes que dependen de este ecosistema». Y ésta es sólo una de las cuatro fanerógamas que hay en la zona y a las que el Gobierno había destinado recientemente una importante partida económica para su recuperación, recuerda Aguilar.
Las aves y las tortugas marinas son dos de las especies que mayor preocupación despiertan entre la comunidad científica. En el caso de los alados, porque el 70 por ciento de las aves acuáticas tiene aquí su rincón de descanso, y es «una época delicada para la reproducción de las aves, que están en este momento en proceso de anidamiento», destaca Aguilar. En cuanto a las tortugas marinas, cinco de las siete que recorren los mares habitan en el Golfo de México y todas tienen algún grado de riesgo de extinción. En el caso de la Lepidochelys kempii (tortuga golfina o bastarda), la amenaza se acentúa, ya que en el único lugar del mundo en el que anida es al oeste del Golfo de México, y ahora están allí, según la NOAA. «Las tortugas no sólo son vulnerables al petróleo en el agua, sino también en las playas donde anidan. Y algunas tortugas en el Golfo están a punto de iniciar su temporada de desove, que arranca en mayo», dice Saenz.
Entre los mamíferos marinos, dos especies de ballenas «residen» en la zona próxima al derrame: el rorcual de Bryde (Balaenoptera brydei) y los cachalotes. La mayor amenaza a las ballenas desde el derrame de petróleo es probablemente la suciedad que se pueda fijar en las barbas. La impreganción de éstas podría provocar que no pudieran filtrar bien el agua y morir por falta de alimentación. El contacto de la mancha con la piel o por inhalación es probablemente un riesgo menos grave para las ballenas, y probablemente, según la NOAA, sólo tendría efectos subletales. Otro efecto a largo plazo podría ser el paso de estos contaminantes a la cadena alimentaria.
Pero la lista no acaba ahí, delfines, cangrejos, y una gran cantidad de larvas de peces la aumentarían. Y es que «toda tecnología, por muy avanzada que sea, tiene sus riesgos, no se puede querer petróleo en abundancia y pensar que nunca va a ocurrir nada», afirma el experto en petróleo José Luis Díaz Fernández, de la Real Academia de Ingeniería.
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