Berlín

Mejor una retirada a tiempo

La Razón
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Pueden morir de éxito. Al principio de todo, entre la curiosidad y el interés, todos mirábamos asombrados, la mayoría escandalizados, la concentración que, en cuestión de horas, se estaba formando en la Puerta del Sol. Durante más de una semana lograron ser la primera noticia y la portada de numerosos medios de comunicación. Incluso en el extranjero les miraban con cierto arrobo: «The Spanish Revolution», escribían mientras los turistas, y los madrileños, se hacían fotografías junto a ellos a modo de testimonio histórico, igual que si se estuviera en la caída del Muro de Berlín. No era para tanto, pero sí que tomaba la apariencia de una protesta de «indignados» ante la situación económica y política de España que, a qué engañarnos, está hecha unos zorros por la falta de sintonía entre lo que los ciudadanos necesitan y lo que el poder y sus aledaños nos ofrecen. Un abismo, en definitiva. En eso estamos de acuerdo todos, hasta Tomás ¿quién? que, dos días antes de perder las elecciones se apropió sin permiso de nadie del movimiento y afirmó sin ruborizarse que él también era un «indignado». ¡Ja! Son estas cosas las que provocan que los políticos y los ciudadanos no estemos a la misma altura.
Han pasado los días y los acampados siguen allí sin que Rubalcaba diga ni mú por aquello de mostrarse especialmente «guay» con algunos de sus potenciales votantes. Pasan los días y la acampada se va diluyendo. La revolución no es sólo ética, también es estética y, la verdad, la Puerta del Sol ha perdido mucho entre esos toldos más propios de un improvisado núcleo chabolista y demás objetos como colchones a los que les faltan más de un muelle. Dicen que hay hasta pulgas. Puede ser, la salubridad pasó hace tiempo a mejor vida. Luego está la convivencia. Desde que fui tres días antes de las elecciones, las feministas ya se quejaban de que rompían sus carteles y se reían de ellas. Ahora han llegado los tocamientos, y las ¿violaciones? «que no eran en los términos del sistema», (lo pongo entre comillas porque ellas lo dijeron así y yo no tengo ni idea de a qué se refieren). Este fin de semana han venido «indignados» de toda España para tomar Sol como si fuese La Bastilla. Acordarán muchas cosas menos lo fundamental: desmontar el campamento y elegir a unos líderes que les representen como una sola voz desde la pluralidad. Si no, sólo se quedará en una anécdota.