Sevilla
Sevilla cierra heridas
La Convención Nacional del Partido Popular que se ha celebrado este fin de semana en Sevilla nos deja muchas lecturas políticas. Todas ellas significativas. Pero, quizá, después de lo que ha pasado y ha vivido el Partido Popular en estos últimos años hay que fijarse en el mensaje interno que nos queda de esta cita política. Sevilla cierra las heridas de Valencia. Con esta convención cicatrizan todas aquellas heridas del Congreso de Valencia, que llegó poco después de perder unas elecciones generales y que significó el comienzo de un cambio generacional –siempre traumático– dentro de una formación política.
¿Con qué imagen me quedo de Sevilla? No lo dudo un segundo: me quedo con el abrazo del primer día entre Mariano Rajoy y José María Aznar. Un abrazo que para algunos fue frío y preparado. Para mí es el símbolo de la unidad del PP, después de años duros de oposición. Es la escenificación del reconocimiento pleno del liderazgo de Mariano Rajoy y del apoyo total de José María Aznar. Es también la rectificación de la actual dirección del PP respecto al que fuera ocho años presidente del Gobierno. Aznar tiene que tener un lugar preferente en el escaparate político de los populares. Ni se tiene que esconder, ni le tienen que esconder. Y el PP deberá estar muy orgulloso de su legado político y de su gestión al frente de un Gobierno que colocó a España como referente internacional. Y es que está claro que ver a Rajoy junto a Aznar refuerza siempre la imagen de plenitud del Partido Popular.
Queda muy lejos el Congreso de Valencia, aquel saludo inexistente entre Aznar y Rajoy, aquella intervención de José María Aznar ante el plenario del Congreso donde se cortaba la tensión. Es cierto que entre Valencia y Sevilla se han quedado nombres ilustres en la cuneta de la política. Pero de eso nadie debe escandalizarse. Forma parte de la lógica regeneración de la política. Dos años y medio después el Partido Popular ha renovado la dirección nacional de cuajo; y en una decena larga de comunidades autónomas hay candidatos que hasta hace poco estaban todavía sentados en el banquillo de futuro. Valencia fue, no se puede ocultar, el escenario de las miserias de un partido. Sevilla se ha convertido en la conversión de aquellas miserias en esperanza de futuro. El pasado está asumido. El pasado está asimilado. El pasado está metabolizado. Ahora el Partido Popular sólo tiene que pensar en el futuro.
¿Peligros? En política siempre hay muchos peligros. Pero en esta ocasión, con todo el viento a favor, con las encuestas arrasando y con el partido unido, el gran peligro que tienen en el horizonte es el de la euforia. Es el de la excesiva confianza. Es verdad que el PP se ve ya en La Moncloa pero la experiencia dice que nunca hay que vender lo que uno no tiene. Y todavía queda más de un año para las elecciones generales.
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