Murcia

Impresionante por Alfonso Ussía

Llegado el otoño con sus melancolías, si Ana y David insisten en tomar copas juntos, a lo hecho, pecho

La Razón
La RazónLa Razón

Me pinchan y no sangro. Me hacen cosquillas en la planta de los pies y no reacciono. Nada tienen que ver en mi inesperada impresión ni la prima de riesgo, ni las nuevas medidas socioeconómicas adoptadas por el Gobierno de Rajoy, ni la infiltración de la izquierda violenta en la marcha de los mineros, ni la temperatura que se ha alcanzado en la costa de Murcia, que según me han contado, ha sido tórrida y agobiante. Debo reconocer que no lo esperaba, y como todo hecho no asumido desde la intuición, ha pulverizado mi sosiego. En algunos medios de comunicación escritos ha merecido honor de portada, y los programas dedicados a los asuntos varios de los famosos, famosillos y famosuelos se han ocupado, con la seriedad y agudeza que los caracteriza, de la electrizante novedad.

Mentiría si no admitiera que al fin, el periodismo español ha sobrevolado sus carencias para centrarse en algo auténticamente impresionante. Y no se trata de rumores ni chismes. Hay documentos gráficos que acreditan la veracidad de la noticia.

El verano es así. Que sorprende cuando menos interesa una sorpresa de semejante alcance. He dejado pasar veinticuatro horas para calmar mi gozo, pero al fin, ya tranquilizado el ánimo, puedo compartir con mis lectores la novedad y unirme a ellos en el alborozo. Nada tiene que ver con la economía, ni con Europa, ni con la señora Merkel, ni con el IVA. Se trata, simplemente, de una bella historia de amor. Y el amor lo necesitamos más que nunca los españoles para equilibrar las pesadas alforjas de nuestras obligaciones cívicas. No retraso más el impacto de la buena nueva. Ya habrán deducido los lectores a cuál me refiero: «Ana Obregón y David Mora, de copas en San Fermín».

Sobrecogedor e impresionante. Repito que no me lo esperaba. Bueno, a fuer de sincero, debo admitir que estando de por medio David Mora, cualquier cosa puede suceder. Para mí, que se ha exagerado el asunto, y que la relación entre David Mora y Ana Obregón no sobrepasa los límites de una ejemplar, noble y navarra amistad. Ocurre que tanta importancia se ha dado en los medios de comunicación a las copas compartidas en Pamplona del torero y la actriz, que la mosca se ha instalado en los pliegues de mi oreja derecha y me barrunto romance. Si de mí dependiera, reuniría a Ana y David en privado y les recomendaría algo de calma. Insisto en que nada hay de rumor ni cotilleo barato en el acontecimiento que me digno comentar. El gran Rafael de León no podría iniciar su poema con un «me lo contaron ayer las lenguas de doble filo». Hay fotos. Y vídeos. «In video véritas». No hay tu tía.

Y si no hay tu tía, los españoles tenemos que aceptar lo aparentemente irremediable con naturalidad. Es de esperar que el dique de la prudencia soporte la presión de la riada jubilosa. La excesiva alegría es promesa de decepción futura. Sea recordada, con todo respeto, la preciosa copla que cantó la joven Reina Mercedes a Don Alfonso XII mientras remaban por las verdes aguas del Tajo a su paso por Aranjuez: «Yo quiero ser sólo Reina, Alfonso en tu corazón». Y lo que vino después.

Así que cautela, medida y contención. ¿Esperanza ilusionada? Siempre que no se manifieste en demasía. ¿Boda a la vista? No apostaría por ello. Tomar copas en San Fermín es algo que entra en la más elemental normalidad. A nada compromete tan simple hecho. Creo que haríamos bien los españoles en dejar pasar el verano. Eso sí. Llegado el otoño con sus melancolías, si Ana y David insisten en tomar copas juntos, a lo hecho, pecho. Se acepta y se celebra. Pero hasta que la caída de las hojas nos aflija, reposemos el júbilo y seamos respetuosos. La impresionante noticia nos obliga a ello.