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París

El «affaire Banon» le estalla a Hollande

Le llaman ya «la víctima francesa» de DSK. Presuntamente, claro está. Desde que hace una semana Tristane Banon hiciera saber que ella también fue agredida, en 2002, por Dominique Strauss-Kahn, el escándalo sexual en el que se ha visto envuelto el ya ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) se dirime y evoluciona en dos frentes. Aunque bien distintos.

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Por eso la periodista y escritora, de 31 años, que amenazó con interponer una denuncia por «intento de violación», nueve años después de los hechos, se está tomando su tiempo. No quiere interferir en el proceso abierto en Estados Unidos ni tampoco participar en él con su testimonio. En su alegación contra Strauss-Kahn, la fiscalía norteamericana aludió a un «comportamiento similar» anterior, pudiendo referirse al caso de esta joven aunque de momento el tribunal neoyorquino no ha requerido su colaboración ni el abogado de la francesa ha recibido notificación alguna que habría de pasar previamente por una petición oficial de ayuda a través de la Justicia gala.

Pero Banon, no quiere convertirse en «un arma suplementaria» de la acusación estadounidense contra DSK por hechos que ella dice desconocer completamente. Rechaza la idea de cargar con una responsabilidad cualquiera si eventualmente fuera castigado por la Corte de aquel país. «No deseo que por culpa de una intervención por mi parte se le pudiera condenar, lo que tendría como consecuencia relacionar dos casos que no tienen nada que ver entre ellos», argumenta en voz de su abogado, David Koubbi.

«Mi clienta y yo nos negamos a ser instrumentalizados por la justicia americana. Si solicitan su cooperación, les será categóricamente denegada», añade basando su postura en el hecho de que según el letrado «la presunción de inocencia no existe en Estados Unidos». Por eso y para evitar el cruce y coincidencia de dos causas independientes, su decisión de iniciar acciones legales contra el socialista podría dilatarse unos meses incluso. Un suspense, que a punto de que se abra el plazo de presentación de candidaturas para las primarias, provoca irritación y malestar en el Partido Socialista que, discretamente, trata de desmarcarse.

Sobre todo porque el «affaire Banon», con todas sus sombras y ambigüedades, se ha convertido en un caso incómodo para buen número de responsables. Y entre ellos, para aquél al que los sondeos sitúan ya como favorito en el lugar de DSK, el ex primer secretario, François Hollande, quien según la madre de la periodista no sólo estaba al corriente de lo sucedido en 2002 sino que él mismo contactó con su hija.

«Estuvo formidable, muy gentil. Llamó por teléfono en persona a Tristane, se portó muy bien», declaraba la socialista Anne Mansouret. Sin embargo, las versiones no concuerdan. Hollande asegura que si bien conocía los rumores «nunca supo la gravedad de los hechos», se defiende de encubrir a nadie y niega haber conocido a la periodista. Su entonces director de gabinete y mano derecha, Stéphane Le Foll, sostiene lo contrario: «La llamó para escucharla y darle ánimo.

Él se encargó directamente». Igualmente interrogado, el ex primer ministro socialista, Laurent Fabius, zanjaba: «Nada que comentar porque no tengo ningún recuerdo de aquello». Sólo la interesada, Banon, si rompiera su silencio, podría refrescarles a todos la memoria y desenredar una maraña que puede perjudicar al PS con la vista puesta en las presidenciales de 2012.

Una agresión, ¿algo inflada?
Poco a poco, todas las lenguas se van soltando menos la de Tristane Banon, que deja la comunicación en manos de su abogado. Diferentes voces cuestionan la gravedad de su presunta agresión por parte de DSK. «El relato no me pareció entonces tan violento como el que ha contado después» confíaba a «Le Figaro» una persona próxima a ella. La misma impresión tenían en el PS: «Pensamos que se trataba sólo de una chica que se había resistido a DSK».