Familia
«Regaladle una ikurriña»
Los invitados de una pareja de San Sebastián acaban a golpes por motivos políticos. Unos, nacionalistas vascos; otros, conservadores de Valladolid
Dicen que el amor todo lo puede. El inconsciente colectivo, tratándose de romances, evoca a Romeo y Julieta, Tristán e Isolda o Calisto y Melibea. La literatura está plagada de parejas enamoradas que luchan contra viento y marea por salvaguardar la pasión que les une. Pero después viene la vida real. Y lo estropea todo. Eso puede estar pensando la pareja de recién casados de San Sebastián (Guipúzcoa), cuando el domingo pasado, de madrugada, vieron cómo familiares y amigos acababan a golpes mientras se celebraba el baile de su boda. Las enfrentadas posiciones políticas de sus invitados acabaron liando la marimorena.
El novio tiene 38 años. Ella, 34. Sus amigos les definen como entrañables, buenas personas y muy generosas. «Ella es como una ONG, siempre ayudando a todo el mundo», aseguran.
Pero los enamorados traen siempre un paquete bajo el brazo: familiares y amigos de todo pelaje. De un lado, como si de los Capuleto se tratara, la familia guipuzcoana de la novia, de fuertes convicciones independentistas y pertenecientes al nacionalismo vasco. De otro, como los Montesco de Romeo, una familia conservadora, de clase alta, originaria de Madrid y Valladolid. Así cuenta lo sucedido un testigo presencial, invitado del novio: «Se guardó la compostura durante la bonita ceremonia.
También hubo calma, aunque algo se notaba, durante la cena. Luego comenzaron a verse conatos de pelea, pero nada grave. No eran familiares directos los que se metían en líos, sino amigos de amigos. Sobre las tres de la madrugada, tras un puñetazo al DJ por problemas con la música, se desató la furia. Menos mal que los del hotel llamaron a la Ertzaintza», explica.
El saldo final: diez ertzainas de calle a bofetadas con los más radicales, narices rotas, las servilletas del banquete tapando heridas, varios detenidos, dos invitados el resto de la noche en el calabozo,... El caldo de cultivo de la pelea, reconocen los asistentes, fue la ideología un tanto radicalizada de algunos asistentes.
Los desencadenantes, además del alcohol, fueron tres (ninguno de ellos demasiado grave, en apariencia): el primero, las imitaciones de políticos del periodista y humorista David Miner, perteneciente al grupo Risa y colaborador de Federico Jiménez Losantos en Es.Radio. «Quizás pudieron ser malinterpretadas por algunos», reconocen los testigos, ya que los invitados de la novia interrumpieron constantemente a gritos. La interpretación del himno del colegio privado San Jorge, donde había estudiado el novio y sus amigos.
«Su letra pudo entenderse como sospechosa de madre patria, pero no es así», explican las fuentes. «Si era en inglés», añaden. La tercera razón, podría ser la entrega de un banderín de honor al novio a lo que un radical saltó: «Regaladle una ikurriña, que estamos en Euskadi».
Por último, la canción «Oi ama Euskal Herria», del cantautor Benito Lertxundi, en euskera, que el ya esposo pidió al pinchadiscos que quitará («porque era lenta y aburrida», le disculpa un amigo) generó el rechazo de los vascos más radicales, que lo interpretaron como un atentado contra su lengua y su cultura. En ese momento, ya bastante pasadas las tres, el pinchadiscos recibió el primer golpe. Y de ahí al bochorno final.
Enlace en el Buen Pastor
Lo que unas horas antes parecía un cuento de hadas, terminó en mera pelea de bar. A las 18.30 del sábado 27 de octubre, en la catedral del Buen Pastor, la más grande de la ciudad, todo eran suspiros y lágrimas de alegría. La novia, espectacular, de blanco y con un escote precioso, salía de la mano de su amado, con chaqué negro y alegría en la sonrisa. La ceremonia, preciosa.
La cena, espectacular. La Sala Britania, del lujoso hotel Londres, a apenas treinta metros de la playa de la Concha, lucía elegantísima. Durante el banquete se sirvió bogavante, rodaballo, sorbete de mojito, solomillo, postre, tarta nupcial... Los invitados, emocionados. Y sin embargo, tras unas horas de música y barra libre, tuvieron que llamar a la Ertzaintza. «La que había allí montada era muy gorda», declaró un portavoz del cuerpo policial. Sobre presuntas proclamas a favor de ETA o gritos de «Viva España», tanto los ertzainas como los testigos consultados por este periódico lo niegan rotundamente. «Eran de ideología opuesta, claro está, pero nadie defendió a ETA ni nada así. Quizás fue una forma de hablar de algún entrevistado para resumir burdamente las dos posturas», añaden las fuentes.
En cualquier caso, la boda, siempre un motivo de alegría, se convirtió esta vez en uno de vergüenza. «Tanta ilusión en los preparativos para después terminar en los periódicos», se quejaban los asistentes. Un cóctel de factores (alcohol, el principal) cuya mecha prendió por perspectivas políticas. «Así está el panorama. Qué triste», se lamentaban. Los Romeo y Julieta de esta historia se encuentran de viaje de novios en China. Sólo esperan que a su regreso, se haya olvidado todo. Quizás el amor puede con todo (menos con la política).
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