«Ahora los padres son ellos»: De tal palo

Un derivado del Viagra, el pene priápico de Robert de Niro, Ben Stiller en el baño y una inyección de adrenalina son los ingredientes que maneja Paul Weitz para hundir en lo más profundo del horror menopáusico a esta saga de la comedia familiar. Estaremos de acuerdo en que el segundo episodio no dejó el pabellón muy alto, pero lo que aquí nos ocupa es un recital tan extremo de sal gruesa y guiños sin gracia que resulta difícil no pellizcarse durante la proyección para comprobar que no estamos viviendo una pesadilla. Si nos esforzamos por buscar joyas en el estiércol, las encontraremos: Owen Wilson está especialmente inspirado en el papel de Kevin, el millonario amigo de Greg Focker, tan adicto a la medicina natural como a los tatuajes inoportunos; el breve duelo entre De Niro y Harvey Keitel, en una fugaz aparición estelar, parodia sus tiempos en las malas calles de Scorsese; y el remedo de «Tiburón» en una piscina de bolas de colores es ingenioso. Lo demás se lo saben de memoria: suegro psicópata contra yerno apocado, ahora con la amenaza externa de una visitadora médica (Jessica Alba) que parece tan salida como un personaje de Manara y con la fiesta de cumpleaños de los mellizos de rigor como previsible clímax de reconciliación.