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Ojo con decir en una red social de internet dónde y cuándo te vas de vacaciones. Las redes sociales facilitan el contacto con amistades lejanas, pero también destruyen los muros que protegen la intimidad y hasta las paredes de tu casa. Una frase, un plan, una cita… pueden ser «carne fresca» para el que aguarda el momento perfecto de ejecutar su fechoría. Las redes sociales preocupan a los guardianes de la seguridad. En ellas se cuelan más personas de las que buscan amistad, cariño o trabajar en red. Y más allá de poner en riesgo la defensa, el derecho a la intimidad y la protección de datos, estas redes te colman de amigos con los que raramente uno puede contar. En la vida real, esas personas que comentan tu vida, te dan los buenos días y opinan sobre tus fotos, apenas aparecen. Y lo que mana de esa realidad es una soledad aún más acuciante que la existente antes de los doscientos setenta y seis amigos que te agregaron.
Sin duda es una herramienta útil para comunicarse, compartir ideas, proyectos, trabajos, ONGs… pero que regala datos, perfiles, gustos, direcciones, preferencias, fotos... al mundo entero. Un universo virtual en el que uno está repleto de amigos pero el cara a cara nunca se tercia. Un mundo en el que te sientes libre pero donde en realidad estás continuamente vigilado y controlado.