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Para odiar el azul por Antonio PÉREZ HENARES

Para odiar el azul por Antonio PÉREZ HENARES
Para odiar el azul por Antonio PÉREZ HENARESlarazon

Estoy empezando a odiar el azul. Hace ya demasiado que ese es el sistemático color del cielo en media España. La que precisamente más necesita el agua. En muchos lugares de la meseta sur, Extremadura y Andalucía hace tres meses que no ha caído una gota. Las siembras de cereal están escuálidas, las cebadas recién nacidas ya no son verdes sino amarillas, prueba de que están al borde mismo de consumirse y morir. Los pantanos pierden hectómetros al galope y los ríos bajan a la mitad. La primavera y el calor ya están aquí. Los enjambres de abejas ya están en ebullición y las obreras aprovechan para salir a libar en las primeras flores de romero que empiezan ya a hermosear. Las grullas están subiendo hacia el norte y las aves africanas empezando a llegar.
Pero el invierno ha sido terriblemente seco, el más seco dicen desde que se llevan cuentas y registros. O, como poco, medalla de plata en tan triste competición. Como la primavera se perfile igual, vamos verdaderamente «apañaos». Que ya vamos bastante mal, porque muchas cosechas ya, aunque llueva, no se recuperarán. Y no les cuento lo que nos puede pasar con los incendios, porque puede ser de echarse a temblar. De hecho, acabamos de trasponer febrero y ya ha habido algunos de consideración.
Escribo esto como provocación. Por aquello de equivocarme y de que justo cuando lo lean esté cayendo agua a cántaros. Que eso dicen las predicciones. A cántaros, no, pero un algo sí. Así que yo hago el viejo truco de que me pille desprevenido y quedar por tonto, o sea como cuando uno se pone a hacer algo, como por ejemplo orinar, que es siempre cuando salta la liebre y te deja viéndola marchar con cara de lelo. Así que eso, que quede por tonto y por lelo este domingo. Lo que sea, con tal de que llueva de una vez.