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La larva de la lluvia por José Luis Alvite
Yo no dudo de que la pérdida de su lengua signifique para un pueblo el doloroso estrago de su identidad. Tampoco discutiré el quebranto que para esa misma identidad pueda suponer el deterioro de sus tradiciones y de sus costumbres. Pero me pregunto qué clase de catástrofe emocional puede suponer para un pueblo el menoscabo de su identidad climática, que es algo en lo que no suelen reparar los nacionalistas extremos, siempre tan celosos para reivindicar las peculiaridades de la cultura vernácula y, sin embargo, tan despreocupados de la destrucción que sobre la psicología colectiva puede causar el progresivo cambio del clima. A los nacionalistas les preocupa mucho la irrupción destructiva de costumbres anglosajonas por lo que suponen de amenaza para la identidad tradicional de Galicia, por ejemplo, pero se muestran indiferentes respeto de la noticia constante de que en esta tierra ya no llueve como antes, de modo que le dan la espalda al agua emocional y literaria, que es el agua en la que fluye el carácter histórico, tan íntimo y abrigado, de los gallegos, que hemos sido siempre un pueblo consciente de que en raras ocasiones el viento levantaba del suelo el polvo. Yo creo que si los nacionalistas no se quejan de la meteorología es porque no encuentran argumentos serios para culpar a la derecha del poco caudal con el que discurren los ríos. Este ha sido el año más seco en mucho tiempo y han empezado los incendios forestales. Ya no brota el musgo en el lomo del fuego, como antes, y algunos ríos se vuelven sémola camino del mar. El gran cambio emocional está aquí y lo trae la sequía. Los nacionalistas, tan obstinados, no quieren entender que el pueblo gallego ya no será el mismo el día que en la larva de la lluvia se incube sin remedio en el hueso de la aceituna.
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