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Noticias nada reales por Alfonso Ussía

La Razón
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La Casa Real y la Casa del Rey inspiran muchas y variadas exageraciones informativas. Es lógico y comprensible, pero no siempre justo con la realidad. Leo que un abogado de Urdangarin asegura que el asesor jurídico del Rey, José Manuel Romero, conde de Fontao, le dijo al duque de Palma que hiciera lo que le viniera en gana con la condición de que no figurara en la responsabilidad directa de sus empresas o fundaciones. Conociendo al conde de Fontao de muy lejanos tiempos, puedo asegurar, sin que se enfade el letrado Bergós, que semejante historieta carece de veracidad. Romero de Lecea es un hombre leal y honesto a carta cabal, y no recomendaría a nadie –y menos desde la Casa del Rey–, el amparo de una irregularidad. Otra cosa es que al abogado le convenga afirmar tal cosa para defender a su cliente, pero el valor de las palabras que no se apoyan en pruebas ni documentos, es un valor semejante al «pufin», moneda que el gran filatélico Eduardo Escalada se inventó para aplicarlo a la economía de las islas Molucas, la «Republik Maluku Selatán», según los sellos de correos de aquellas lejanas islas. Es imposible valorar al «pufin», entre otras razones, porque no existe aunque haya sido inventado. Ganas de enredar y de oscurecer conductas que, hasta la fecha al menos, han sido intachables en lo profesional, en lo social, y en el alto concepto de las lealtades.

Por otro lado, y en el mismo periódico, «El Mundo», que es un gran medio de comunicación, en las páginas de «LOC», leo a mi querida amiga Pilar Eyre, a la que estimo y valoro a pesar de los muchos años que llevamos sin vernos desde que compartimos espacios en el «Sábado Gráfico» de Eugenio Suárez, que anda y se mueve en sus tierras asturianas. Pilar elogia a la Reina –lo cual me parece justo y acertado–, por haber confirmado su asistencia a los actos del Décimo Aniversario de la Comisión para el Bienestar de los Animales del Colegio de Abogados de Barcelona. Su presidenta es Magda Oranich, a la que tanto sufrimos tantísimos durante su época de tertuliana olmeda, es decir, con Luis Del Olmo. Pero ese dato carece de relevancia. Y escribe mi querida Pilar: «La Reina quiere resarcir a la especie animal diezmada por su marido. Recordemos al elefante de Botsuana, a Mitrofán, el oso dipsómano, las liebres con las que inició su afición cinegética y los centenares de perdices, rebecos y tigres que han caído bajo sus balas». Se me antoja muy exagerada Pilar en este caso y muy lejana a la sabiduría cinegética. Matar legalmente un elefante en Botsuana –antes Botswana–, no es diezmar una especie. Si no se mataran elefantes –lo hacen los guardas y conservadores de los parques nacionales y grandes reservas de caza en África–, ya habrían cruzado a nado el Estrecho de Gibraltar y los tendríamos comiéndose las buganvillas, los naranjos y los jacarandas de Sevilla. Se trató de un elefante, no de todos los elefantes. En el «Selous» de Tanzania, hay más elefantes que patos en la Albufera, escrito sea con la exageración que merece la broma. Respecto a Mitrofán, el Rey no tiene la culpa de que, supuestamente, lo animaran con unas copitas de vodka. Se cuenta la historia de un oso pardo que hace su entrada, ante el pavor de la clientela, en un bar de Potes.
Pide un whisky con hielo y agua. La gente, aterrorizada. El oso, educadísimo. Solicita la cuenta al camarero y éste le informa que por su consumición tiene que abonar nueve euros. El oso paga. Y al salir, oye un comentario: «¡Nunca había visto a un oso entrar en un bar, pedir un whisky, y pagarlo!». Y el oso se revuelve y le dice al cliente asombrado: «Ni lo vas a volver a ver, con estos precios»… Me ha extrañado lo de «los centenares de perdices, rebecos y tigres». Centenares de perdices sí, pero no con bala. Rebecos, muchos menos. Y centenares de tigres, bajo ningún concepto ni amparándose en el farol más absoluto. Nadie ha matado centenares de tigres, porque hay pocos, porque está prohibido, porque es imposible y porque para matar cien tigres hay que vivir en la India cincuenta años, aproximadamente. Si la Reina acude a tal evento porque el Rey ha diezmado la especie paquiderma de la «loxodonta africana» –el elefante–, matando uno, y el tigre se lo han contabilizado cien veces, la Reina haría bien en cancelar su visita. Como mi querido Jaime Peñafiel –¡Felicidades por tus 80 tacos!–, cuando escribió que Franco había matado 4.000 perdices en Mudela en un solo día. Era posible que en un día de Mudela se mataran 4.000 perdices, pero con una línea de quince escopetas, a no ser que Franco fuera Clark Kent y Superman simultáneamente, lo que no es cierto, y eso sí me atrevo a asegurarlo con absoluta precisión.

Menos lobos.