España
En barco a Madrid
El Beni decía que los gaditanos tardaban menos en ir en barco a La Habana a tomar café que en llegar a Madrid. Ante esos viajes de «flamencos-tiesos», botijos y Despeñaperros, la vocación era, siempre, soñar con el mar, no con llegar a besar los pies de la Cibeles. En estos días, los sindicatos han mangado el metro entero de la capital, que es como robar Madrid y sus gentes, apagar la luz, pararles la sangre.Y ante tal asalto, a los madrileños la hipérbole de El Beni se les habrá quedado pequeña: uno veía las colas y pensaba que en cada autobús urbano no vendían billetes sino las últimas entradas para un concierto de Springsteen. Los damnificados, de dar cien mil vueltas, descubrimos las pensiones de Fuencarral como los que encuentran un campo de refugiados. Incluso con el Estatut recién salido de la peluquería, todo lo que pasa en España tiene que pasar primero en Madrid, aunque antes ya haya sucedido en otra parte. Este pulso violento, piquetero, es eso: un anticipo de lo que vendrá en otoño, multiplicado en cada una de nuestras ciudades. El cabreo, primero y la furia después, no distingue a qué administración corresponde la responsabilidad. Las cosas están en el camino de no funcionar como hasta ahora. Con Zapatero, a partir de septiembre, volverán los trajinantes de La Mancha, los aguadores, los pollinos y entrarán más ganas de irse en barco a La Habana.
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