Convenios colectivos

Pastel del bueno

La Razón
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Las reformas laborales en nuestro país han sido pasteleos motivados por el miedo a la libertad y por la necesidad de los partícipes de eludir responsabilidades o salvar la cara. Sin embargo, la evidencia del excesivo e ineficiente intervencionismo en el mercado laboral es tan abrumadora que los pasteleos han ido a grandes rasgos en una dirección que no empeoraba el contexto anterior.

Algo parecido sucederá ahora con la negociación colectiva, un desatino monopolístico de ardua justificación. Como con casi todas las llamadas «conquistas sociales», la mejoría en la situación de los trabajadores no se ha producido gracias a esa negociación, sino a su pesar (es muy recomendable en este sentido la lectura del clásico de W.H.Hutt «La contratación colectiva», reeditado recientemente por Unión Editorial).

Desde la llamada ultraactividad de los convenios hasta la subordinación de los convenios de empresa frente a los de ámbito superior, pasando por las cláusulas de descuelgue, todo el supuesto entramado de protección al trabajador operó más bien en sentido opuesto, en contra de los empleados y los empresarios, aunque a favor de los «lobbies» que supuestamente los encarnan.

No habrá una solución liberal, que pasaría por acabar con la coacción y transformar toda la negociación en voluntaria. Habrá, repito, un pasteleo, pero no es probable que empeore la mala situación provocada por autoridades y «agentes sociales».