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Lorenzo Silva: «No me quiero ni imaginar a Cataluña separada de España»

Refleja en «La marca del meridiano», con la que ha obtenido el Premio Planeta, las tensiones que se viven entre Barcelona y Madrid en clave policíaca.

Lorenzo Silva apareció ayer más relajado tras la vorágine de la noche del Premio Planeta
Lorenzo Silva apareció ayer más relajado tras la vorágine de la noche del Premio Planetalarazon

Lorenzo Silva es un autor con duende. Decide escribir una novela policiaca, de sus aplaudidos Bevilacqua y Chamorro, dentro del contexto de las tensas relaciones entre Madrid y Barcelona, y poco antes de publicarse, «boom», desde Cataluña crece una corriente independentista que pone más que nunca de actualidad el tema. La novela negra siempre ha sido ideal para reflejar los conflictos sociales contemporáneos, pero Silva es tan bueno que incluso se anticipa a ellos. Y, además, gana con este «La marca del meridiano» el 61 Premio Planeta, el mayor galardón de las letras hispanas, que estará en las librerías el 6 de noviembre.
–No sé cómo ha vivido estos dos últimos meses que han convertido su novela en un tema de rabiosa actualidad.
–No creo que sea algo oportuno, ni que tenga cualidades premonitorias. Han pasado dos cosas. Yo vivo en Madrid y hablo con la gente de aquí, y también en Barcelona y hago lo mismo, y todos se refieren a una campaña de desgaste del otro que te sorprende, porque descubres que ninguno hace el esfuerzo de ponerse en la piel del compañero. Entonces comienzas a escribir y lo grande de la literatura es que, una vez acabado el libro, tiene vida propia y es el lector quien ha de sacar el significado. Ése es su gran misterio.
– ¿Se imagina una Cataluña separada de España?
– Ni me lo imagino, ni me lo quiero imaginar. Aquí todo el mundo habla de sus deseos y éste es el mío. No creo que hayamos llegado a un punto de no retorno, como dicen algunos. Hay que dialogar, tender puentes, pero de manera honesta. Habrá que reconstruir los actuales, algo desgastados, con condiciones diferentes, pero siempre de forma honesta, tanto por parte del Gobierno como de Cataluña. Ni siquiera creo que sea un conflicto, pienso más en una complejidad, y con voluntad éstas se asimilan y normalizan.
–¿Su novela puede servir como ejemplo de maneras de tender estos puentes?
–El libro habla de los pequeños que tendemos cada uno, no de las obras faraónicas. Bevilacqua vivió en Barcelona y trata de convencer a Chamorro, que no mira con buenos ojos a los catalanes, que está llena de prejuicios. El crimen que investigan les lleva a la Ciudad Condal y tendrán que colaborar con los Mossos, la policía autonómica, para poder resolverlo. Yo mismo debo a ellos un agradecimiento por su colaboración. La novela habla de eso, de ayudar, no de dividir, y es el lector quien ha de reflexionar al respecto.
–¿Entonces no hay que españolizar a los alumnos catalanes?
–La verdad es que mis libros se leen en la escuela catalana, lo sé, he hablado con bastantes y también sé que estudian literatura española, clásica y contemporánea. Eso no quiere decir que no se priorice la catalana, pero yo en la escuela estudiaba al Duque de Rivas y me enteré de Kafka por los periódicos, así que siempre existirán desequilibrios.
–¿A la novela negra le sientan de fábula las crisis sociales y económicas?

–El «boom» de la novela negra americana fue en los años 30, durante la gran depresión, y en Europa ha sucedido lo mismo desde 2008. Ya lo decía Raymond Chandler: la buena novela negra tiene la obligación de poner belleza sobre el polvo vil de la sociedad. Ramón J. Sender decía que la novela es una indagación del mal, y tiene razón.
–¿Cómo es la España en crisis, hiperrealista y contemporánea, que sale en la novela?
–Arranca con un asesinato en La Rioja. En el funeral de la víctima, la viuda se ve obligada a volver a Barcelona nada más finalizar porque ha de hacer de canguro de sus nietos. Ni siquiera tiene un día para llorar, porque a todos les afecta la economía. Y ese pequeño detalle es constante.
–¿Bevilacqua y Chamorro también se verán afectados?
–Son conscientes de la suerte de tener un trabajo donde les pagan. Es gracioso, empezaron a investigar en la España del milagro y la fiesta perpetua y ahora están en el de las rebajas, con coches requisados a los narcos. Lo que sí puede pasar es que como no hay reemplazos en la Guardia Civil, Bevilacqua se vea obligado a trabajar hasta los 67 años.
–El tema principal es la corrupción. ¿La hemos interiorizado tanto que ya nos parece hasta normal?
–No lo sé. Sí parece que el tramposo ha gozado de cierta buena prensa, pero la gente empieza a reaccionar. Nos hacen mucho daño a todos. La novela habla de policías corruptos, personas que hacen todo lo contrario de lo que es su deber y esto no sólo resulta inmoral, sino también estúpido.